jueves, 17 de diciembre de 2009

Loca

"Y la soledad es no poder decirla" (Alejandra Pizarnik, "Extracción de la Piedra de la Locura")

Me vuelvo cada día más loca. Lo sé, lo presiento...¡ay! lo siento. Lo siento por mí, por los demás.
Yo la imitaba a Celeste Carballo en el patio del colegio y mis compañeras hacían un círculo alrededor mío y pedían : "Mirinda, hacé el payaso, hacé el payaso". Tenía cinco años y me enajenaba gritando: "...ya no me aguanto ni a mí misma, ni a la otra la partieron en dos, esquizofrenia tan aguda no la cura ni un doctor ni el amor (...). Y me vuelvo cada día más loca, me voy volviendo cada día más loca, me vuelvo cada día, cada día más loca...".
La piedra de la locura ya estaba, pienso ahora. Capaz que se me dio de tanto repetirlo como si fuera un mantra. Al final me volví loca nomás. Al final no es casualidad.
La verdad es que casi nunca estuve demasiado cerca de la cordura, pero también que casi nunca me preocupó. Al revés, hasta hacía alarde de la cosa. Es que a veces me hace parecer muy ingeniosa, je. Loca como divertida, como linda, como simpática. Loca, porque la gente me quiere loca. Hasta yo me aburro de mi cuando bajo un cambio.
Pero, ufff. Ahora, justo ahora, me resulta bastante insoportable. Otra vez uffff, y es que ¡no me banco! Me cuesta vivir conmigo y no entiendo como hay un otro que quiera, que pueda hacerlo. Quizá, después de todo, soy una loca con suerte. Porque igual me quieren. Porque, con todo, me quieren.
Por eso es que por las dudas siempre le abro la puerta al otro (a ese otro bueno y lindo y grande y sabio que por suerte me quiere). Le abro la puerta para que me deje si quiere, porque lo quiero. No porque quiera que me deje, sino porque no quiero que duela tanto si lo hace. Capaz que para poderme consolar diciendo: "me dejó porque estaba loca."
Lo que sí, andá a encontrarte una mina cuerda en estos días. Eso tampoco debe ser muy fácil. Así que mejor hago lo que quiero y me quedo donde estoy -que es lo que quiero-. Y cierro la puerta. Y empiezo a forrar las paredes con colchonetas blancas. Y entonces nos volvemos locos de contentos, de amor y ¿por qué no? de pura felicidad.






miércoles, 2 de diciembre de 2009

Por despegar

Cuando era chiquita íbamos con mamá a esperar a mi viejo a aeroparque y a veces subíamos a la terraza para despedir con la mano el avión cuando se iba. Qué emocionante era entonces imaginarlo ya en vuelo, pensar que pudiera estar mirando hacia abajo y saludando él también.
El día que llegaba papá, mi vieja iba a la peluquería y se hacía de todo, como Manuelita: corte, peinado, reflejos, manos, pies y planchado del derecho y del revés. Después se pintaba, se ponía aquellas botas de cuero marrón abullonadas (eran los 80, of course) y un tapado de piel largo, al mejor estilo Joan Collins en Dinastía. Yo la veía hermosa, y estoy segura de que papá también.
Nosotras nos parábamos cerca del vidrio a esperar hasta que lo veíamos venir. El salía primero a saludarnos y después le pedía permiso al guarda de la puerta para que yo lo acompañara a buscar la valija. Para mí, ese era el mejor momento. Me encantaba esperar con él frente a la cinta, descubrirla antes y avisarle que se acercaba, me encantaba estar ahí ayudando a mi papá, ese señor importante de portafolios y sobretodo azul.
Siempre me gustó la vida los aeropuertos. Me gusta viajar. Lo llevo en la sangre, como papá. Con cuánta felicidad se movió él de un lado a otro mientras lo acompañó el cuerpo. Le gustaba empezar de nuevo a mi viejo. O quizá fuese el desafío de volver a intentar, porque viajar es también eso.
Ahora cuando subo a los aviones enseguida me enfrasco en algún libro (él último fue Cosmética del Enemigo -otra vez Nothomb-, y casualmente transcurre... en un aeropuerto). Nada de saludos. Nada de buscar hacia abajo con la mirada. Entro en otra dimensión, una en la que soy apenas una pasajera que espera que la comida sea rica (porque debo ser de las pocas personas que adoran la comida de avión), que no haya mucha turbulencia, que no quiera conversar mi compañero de asiento. Apenas una pasajera, y en trance.
A velocidad crucero, entonces sí, a veces saludo, pero siempre es hacia arriba.


domingo, 8 de noviembre de 2009

Harta

Me harté de los blogs, de los bloggers, de los sites, de la web, de las páginas, de las vidas virtuales. Me harté de la información desconfiable en tiempo real, de las ventanas abiertas, de tener que escribir la risa, jjajajaja. Me harté del album de fotos, de feizbuc, de tuiter, del qué-estás-pensando-ahora, de los seguidores. Hoy la resistencia es elegir desconectarse; la matrix no necesita de tipos con cables en la cabeza o microchips en la oreja: sus canales son mucho menos visibles. Así de sutil es el poder.
En fin, digo que me harté y quiero decir que resistiré. Volveré a escribir sueltitos en papel de servilleta, sentada en un bar con un pucho y un café. Los últimos románticos han renunciado a estar en red; parece que eso es hoy vivir afuera del sistema.


domingo, 18 de octubre de 2009

Mother's Day

Ahora parece que mi abuela también tuvo varios candidatos después de enviudar, pero mis tías no aceptaron que volviera a casarse. Me lo cuenta mi hermana, por teléfono. "Hasta tuvo uno millonario, pero se los espantaron a todos y al final se quedó sola." La anécdota no tarda en dar con la moraleja: "No vas a hacer lo mismo que ellas, no?". Y no, claro que no. Le digo que no. Que yo también quiero que la vieja sea felíz. Lo que no quiero es saberlo, ja.
"La intimidad de los padres debe ser... de los padres", le dije ayer a mi cuñada, que desearía que su mamá también tuviera un novio. "Es muy dura la soledad, ella me cuenta. Están los hijos, los nietos, pero eso no alcanza: a todos nos gusta tener un compañero", me dijo. "Mamá ya tuvo uno", refunfuñé.
Pienso en las grandes historias de amor de todos los tiempos: qué sería de ellas si todas las heroínas sucumbieran a la necesidad -tan humana, pero tan trivial- de "tener un compañero". Cuando Harry murió, Sally conoció a su nuevo novio. Scarlett tardó quince minutos en olvidar a Rhett Buttler. Oliver Barrett se casó con una chica rica al año de enterrar a Cavalleri.
No señores. El amor grande está hecho de hombres y mujeres solos que pasan la vida esperando o añorando; de la reciprocidad de un momento, frente a la angustia de una vida.
Yo quiero un amor así, uno de "morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres". O nada. Que pasen de mí los compañeros. Yo me acompaño solita. O me compro un perro.
No le pude contestar a mi cuñada por qué preferiría no saber tanto de la vida de mamá (tanto, algo, que tiene novio, eso). Pero quizá eso explica también su necesidad de un compañero. Todos necesitamos saber que alguien se preocupa por nosotros de verdad. Todos queremos tener quien nos dé las buenas noches antes de dormir, quien se interese por lo que tenemos para contar... ¡una madre, ja! Como la mía. Mi compañera desde hace 32 años; con sus historias y sus histerias, sus días de víctima y lágrima ríos; su capacidad para reirse de ella misma y hasta bancarse que nos riéramos de ella; sus días y sus noches cuidando a papá, mucho antes de que estuviera enfermo, cuidándolo nomás; su incondicionalidad... Su presencia, hoy, en casa, conmigo, haciéndose la concentrada mientras jugamos los tres a La Pista del Crimen, cocinando "algo para la noche" mientras yo me siento y escribo un rato para que no tengamos que hablar tanto. Me dió culpa: flor de hija se echó. Está lindo para tomar un gin tonic. Le voy a ir a ofrecer uno. Para romper el hielo...


viernes, 16 de octubre de 2009

Vacaciones con Gregory Peck


Mi papá se parecía a Gregory Peck. El otro día ví por primera vez Roman Holiday y me dí cuenta. Qué buenmozos eran ambos. Y qué gran película romántica. ¡Qué gran final de película!
La princesa que quería vivir fue la primera película que protagonizó Audrey Hepburn y la que dejó aquella eterna postal de su gracia sobre un motorino. La que impuso su belleza de cintura mínima y mirada lúcida.
La verdad es que me gustaría volver a Roma poniéndole menos presión a la cosa. La última vez que estuve ahí me forcé a pensar que podía ser una ciudad para quedarme. Es muy raro juzgar a los lugares desde esa mirada. Uno no puede sentir de la misma manera las calles a las que probablemente tenga que volver, igual que no puede hacerlo frente a quien quizá tenga que ver al día siguiente. Quiero decir, las relaciones con las ciudades se parecen a las que entablamos con las personas. Las amamos, las detestamos, nos son indiferentes, nos gusta volver a verlas de vez en cuando. La vida. Tengo ganas de volver a ver a Roma, y a Mar del Plata. Quiero conocer un poco más a Londres. Todo el tiempo me dan ganas de estar en Nueva York. Me gusta Buenos Aires. Alguna vez quisiera volver a ver a Hong Kong de noche, iluminada. Todavía no sé si quiero reencontrarme con Cañás. Con Comodoro me pasa igual. No tengo planeado pasear por Bahía Blanca. Muero por conocer a Puebla, a Cartagena.
Y digo todo esto porque viajar es también permitirse ser otro por unos días. Como Audrey, como la princesa Ann. Eso lo leí en un libro sobre la China que saqué de la biblioteca del diario antes de ir a Hong Kong. El autor era un tal Ovejero. Y decía -qué flash-, no lo de Audrey, sino lo de viajar. Y es así. Los viajes te permiten correrte de tu rutina por unos días. Jugar desde otro lugar. De visitante, ja. Da adrenalina jugar de visitante, reconocer la cancha ajena.
Audrey ganó un Oscar por su papel en Roman Holiday. Dicen que para la famosa escena de la Bocca della Verità, Gregory Peck (papá, je) improvisó. No estaba en el guión que fingiera que le mordía la mano y por eso la reacción de ella es tan genuina. Dicen que él decidió esa misma tarde que el nombre de Audrey Hepburn tenía que figurar como el de él, antes de los títulos. Y no se equivocó.


lunes, 5 de octubre de 2009

Caramelito amargo

Este es mi hard candy del día (de la semana, del mes... ¿del año?): mi mamá tiene novio. Está "bien", dice, "contenta", le dió mucho miedo reencontrarlo después de tantos años. Tuvieron una relación mucho antes de que ella conociera a mi viejo. Lo dejó cuando vino a vivir a Buenos Aires. Dice que hace unos meses él se enteró que ella había enviudado y la llamó por teléfono. Al principio, ella no lo quería ver "porque tenía miedo de que con eso se perdiera el romance", dice. ¡Tiene un romance! Cuando se encontraron, en un restaurante de Belgrano, él la reconoció en seguida. Aunque tuviera el pelo corto, aunque ya no llevara flequillo, detrás de las arrugas y los kilos de más. La semana pasada volvieron a verse en su campo, pero ella me dijo que se iba a San Pedro con una amiga. Y no quiere mentirme. Ya se sabe como son estas cosas, a ver si pasa algo y yo me quedo con la espina, sin entender qué hacía ella ahí con ese hombre. (La verdat es que mi mamá siempre se preocupa "por si pasa algo". Dice que siempre tengo que tener un camisón nuevo, "por si pasa algo". Que use bombachas lindas y decentes, "por si pasa algo".)

Dios, ella está contenta. Mi viejo se vuelve a morir, se muere un poco más, pero ella está contenta. A mí me alegra verla bien, que esté ilusionada, a su edad. Justo hoy en la revista, estaba buscando casos de historias de amor en la vejez. Cosa 'e mandinga. Cada vez creo menos en las casualidadades.

A mi hijo la muerte de Mercedes Sosa le recordó a papá. A mí, todas las muertes. Todas las vidas. Cada vez que sale un libro nuevo, cada vez que encuentran una cura para el cáncer o que alguien se enamora, me duele que no sea para él: el libro, la cura, el amor.

Yo siempre creí que había sacado el sex appeal de papá, pero debo haber estado equivocada. Hay que ver que mi vieja, sin ser rica, ni joven, ni hermosa, logró enamorar a un señor, otra vez.

Por la tele anuncian que murió Betty Flores, la mujer del actor Alberto Anchart. Pasan imágenes de su casamiento, unos meses atrás, después de 48 años juntos. Ella tenía 67; él 77. Mamá tiene 64, como Paul.


viernes, 2 de octubre de 2009

Labios de churrasco

Estaba cambiando de canal y me encontré con Casino. Me gusta esa película, y más porque me gustaba verla con mi viejo, y cuando la veo vuelvo a ser esa chica segura que se sentaba a ver películas con su papá. Segura porque sabía que alguien me estaba cuidando, siempre, no importa si me portaba bien o mal, estaba ahí.

En fin, no es eso. Quería hablar de otra cosa. ¡Qué linda mina que era Sharon Stone, carajo! En los 90 todas las minas eran más lindas. O al menos se empezaban a arruinar más tarde. Ahora la más diosa no duda en llenarse la boca de colágeno hasta tener unos buenos labios de churrasco; estirarse un poco el párpado para dar más gata; rellenarse los pómulos, porque se usa anguloso.

Ayer estaba viendo unas fotos para la revista de supermodelos de esa época. ¡Dios! Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Cindy Crawford, Linda Evangelista, Christy Turlington, Herzigova, Helena Christensen. Tremendo. Debe haber sido un hecho inédito en la historia de la humanidad, que se diera esa mezcla genética que produjo que en la misma década convivieran bellezas tan perfectas. Tan personales. Y tan seguras, no? A lo mejor es que después de todo estaba hablando desde el principio de lo mismo.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Una diosa

Tuve que ir hasta Atenas para descubrir quién soy. Me impresionó ver de cerca el legado del mítico poder de Atenea Nike, fruto del peor dolor de cabeza de Zeus, fuerte, guerrera, luchadora. Tuvo que partírsele literalmente la cabeza a un dios para que ella emergiera victoriosa, alada, sabia y protectora.
Es cierto que tiene mucha más prensa Afrodita, con su belleza endiosada, y yo creo que no es casual. Parece casi una dicotomía entre la mujer poderosa y la hecha de sal; la que entiende y protege, frente a la que desata guerras en nombre del amor. Lo que es a mí, es claro que me conmueve más la garra de Atenea que todas las promesas de Afrodita.
(De pronto me parece que soy más fuerte que el Olimpo. Al fin de cuentas, no era tan fuerte: apenas le quedan un par de columnas en pie...)


miércoles, 23 de septiembre de 2009

Delicias

De paso por Madrid, leí este proverbio flamenco:

"El mundo es como un saco de heno,
cada uno coge lo que puede".


(Al que le quepa el sayo... ¡que se lo ponga!)

domingo, 13 de septiembre de 2009

Ritual

Yo los domingos me deprimo. Pero ojo que la mía es como una depresión en el buen sentido, más para arriba, porque después de todo la elijo. No es que viene por mí y me hunde en sus penumbras. Soy yo la que cierra los ojos y se hace bolita para que se acomode.

Me gusta quedarme en casa, ver películas, fumar y tomar litros de té y coca light. Hacerle cosquillas en el cuello a mi hijo para que se ría como cuando era chiquitito. Llorar, leer, escribir, contarnos chistes absurdos y hacer scketches. Hablar por teléfono, no mucho, pero hablar con la familia y los amigos. Angustiarme anticipando el lunes.

Yo lo domingos me deprimo, me quedo en pijama todo el día y me pongo un saquito viejo. No hago las camas, no lavo platos, no ordeno. Desparramo los diarios en el piso, pongo música y me limo las uñas.

A lo mejor es que soy más religiosa de lo que creo. Es mi ritual personal de hedonismo anti new age. Para mí, está bueno. Me deprime un poco, pero qué se yo. Se ve que también un poco me gusta, no?

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Looping

Hoy fue un día fatal. La gente se peleaba en el trabajo y yo traté de sobrevolarlo despacito, sin prisa pero sin pausa, para no enroscarme en la cosita. Ahora se me pegó decir "la cosita". No como alusión de erotismo traicionado; la cosita es más bien lo que pasa, lo que queremos que pase o suponemos que pasará. La cosita es la vida; algo magnificado, algo que vale menos de lo que suponemos.
Soy una versión más divertida de mi misma. Estoy a gusto en el papel, tengo el physic du rol, qué sé yo. Parece que la paso bien y me la creo. Pero en el fondo sé que no, porque soy otra. No sé cuál, ni qué querría.
Estoy en otro lugar. Siempre en otro lugar. Corriendo marcha atrás sobre una alfombra que se mueve.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Traducción

A veces pienso que todo es un error de traducción, que es hablando cuando no nos entendemos. Como si cada uno manejara un idioma diferente -único-, sólo franqueable con (algunos) gestos.
Casi nunca entiendo bien el tono de los mensajes de texto. No me llevo bien con la frialdad del mail. Ni siquiera me siento a gusto hablando por teléfono. Corto invariablemente las comunicaciones antes de que mi interlocutor haya dicho adiós, cuando no me distraigo con otra cosa y simplemente me pierdo una parte del final.
Papá lo llamaba "hacer una abstracción". El lo hacía también cuando iba manejando, o cuando se aburría en las sobremesas. Pensaba en otra cosa, se perdía en un mundo que yo siempre imaginé infinito y mucho más entretenido que la vida real. Y eso que él sí sabía disfrutar de las cosas, mi padre.
Yo, en cambio, no tengo siquiera un mundo privado que me interese tanto. Pero me cuesta estar demasiado atenta a lo que pasa de verdad. Apenas me pierdo imaginando el suyo, ese que ya no hace falta traducir.

domingo, 30 de agosto de 2009

La isla del drama

"...cómo convertir nuestras percepciones en historias, con su exposición, nudo y desenlace, cómo los fragmentos de nuestros recuerdos no cobran coherencia hasta que los reimaginamos y los pasamos a palabras. El tiempo es la propiedad del lenguaje, de la sintáxis y de las formas verbales". (Siri Hustvedt, Elegía para un americano)

A mi hijo le gusta un nuevo dibujo animado que recrea un reality show. Se llama La isla del drama, y yo pienso que ojalá el drama se quede allá en la isla por un tiempo y no nos visite. Hace mucho que las cosas están yendo bien y como buena amante del cine y la novela sé que eso tampoco puede durar tanto. Después de un tiempo, una tensión subyace detrás de ese todo que parece marchar alegremente. Puede que nos hayamos acostumbrado a buscar la realidad en las vidas ajenas para alejarnos del peligro. Para que el drama habite verdaderamente en una isla junto a todo lo demás y eso nos permita al fin vivir sin riesgos.
Leo a Siri Hustvedt. Me conmueve tanto, que corro a transcribirla, y, por primera vez en varios días quiero ser Mirinda, la que escribe para ser real.
"Esa clase de periodistas están convencidos de que se puede escribir la verdadera historia de algo o de alguien, la verdad objetiva, o, si no, reflejar las dos caras de esa verdad, como si el mundo estuviese siempre dividido en dos. [...] Nos hemos vuelto unos maniáticos de las historias verdaderas, del 'confesarlo todo'; del reality show televisivo que nos muestra a gente real viviendo una vida real..."

miércoles, 19 de agosto de 2009

¿Alguna duda?

El título: El sexo de una atleta sudafricana genera dudas en Berlín. "Entendemos que la gente pueda hacerse preguntas porque ella parece un hombre", dijo el entrenador de la chica que, con 18 años es la máxima favorita en 800 metros. Su nombre, sin embargo, es incluso más elocuente que su cara.
¡Por favorrr! Se llama Caster Semenya y es favorita en 800 metros... No quiero ser grosera, pero... ¿qué otra duda puede haber?

martes, 4 de agosto de 2009

Fly me

Se ve que me pegó lo de Hustvedt, porque, en vez de seguir con el otro de Amélie que ya tenía comprado, pasé por una librería y me hice una panzada de esas que sólo mi padre. Aunque él, cuando terminaba de elegir, le daba la pilita de libros a mi vieja para que se ocupara de la cuenta, y en cambio yo tuve que pagar me, myself de mi propio pecunio. En fin, es principio de mes y parece que pronto la apoyatura de Mercurio en Virgo me hará brillar.

En tren de volar más alto, me compré el último de esta rubia migrañosa y cautivadora que hace rato dejó de ser solamente la mujer de Paul Auster. Claro que tratándose de Auster, imagino que debe haber infinitas maneras de ser Husvedt. Quien pudiera, al menos una...
Es que los Auster tienen ese no sé qué de las parejas que se han amado por mucho tiempo, o que hace creer que han vuelto a elegirse muchas veces. O que hace creer, y ya.


viernes, 31 de julio de 2009

Going down

Pero a veces subo y a veces bajo. No sé si ya lo dije, pero Siri Hustvedt contó una vez que si podía volar tan bajito era porque también era capaz de volar alto. A veces elijo lo bueno, y a veces quiero desesperadamente lo que me hace mal. Busco el placer de un dolorcito al que ya me acostumbré. Porque después de todo, ¿quién no está más cómodo en terreno conocido?
Por eso también es que a veces tengo que bajar.

La otra Amélie

Esta vez la quise desde el principio. Me reí con ella y no sentí que tuviera nada que perdonarle. Hacía rato que un libro no se me hacía tan divertido, cercano, profundo y sensible. Hacía rato que no leía de un tirón, contenta y sin desilusiones. Ni siquiera me enojó que terminara, tan justo y real me pareció el final de esa historia freakie como la vida de su autora, como la de todos también a veces. Una historia de amores que hacen bien y ascensos zaratustrianos que coincidió con mi propio ascenso a la cima del Cerro Bayo, y hasta con mi propia comprobación del buen amor. Desde la cumbre, lo entiendo, lo sé: yo también quiero ser Zaratustra. Y antes del descenso por ese paraíso de nieve honda y casi virgen, por un momento, yo también lo soy.

"Ser Zaratustra significa tener, en lugar de pies, dioses que devoran la montaña y la convierten en cielo, significa tener, en lugar de rodillas, catapultas que transforman el resto del cuerpo en puro proyectil. Significa tener, en lugar de vientre, un tambor de guerra y, en lugar de corazón, la percusión del triunfo, significa tener la cabeza habitada por una alegría tan espantosa que es necesaria un fuerza sobrehumana para soportarla, significa estar en posesión de todos los poderes del mundo por la única y auténtica razón de que los has convocado y puedes contenerlos en tu sangre, significa no tocar tierra por un diálogo cercano con el sol."

miércoles, 22 de julio de 2009

Julio, angosto y septiembre

La Angostura es un pantalón de ski talle XS que me prestó mi mejor amiga. Wayne siempre fue flaca flaca flaca. Sin stress, sin dietas, sin llame ya, ni lombriz solitaria, ni tecito adelgazante; desde hace unos años se compra postrecitos light y hace pilates, pero nunca, nunca en la vida, se fue a dormir con la culpa de "ese" chocolatín extra. Cuando le abrís la heladera, encontrás siempre torta del último cumpleaños que festejamos en su casa, helado que le llevaste hace un mes, e, invariablemente, un plato de fideos o de capelettinis a medio comer.
Mi viejo, en cambio, no resistía irse a la cama sin antes comer un pedacito de chocolate Aero o de aquellos Aguila como de tierra que nunca más probé. Incluso después que se confirmó que era diabético, guardaba caramelitos sin azucar o algún bombón que garroneaba por ahí en su mesita de luz. Si no tenía nada, miraba a mamá con ojos lastimosos y le pedía, le suplicaba: "¿No tenés alguna cosita dulce para darme, querida?"
Mi shrink me explicó una vez que esa necesidad de "algo dulce" a la noche, a veces es un indicador de falta de serotonina, y una de las formas clínicas de establecer cuadros de depresión. Who knows... Yo lo que sé es que no puedo guardar en la heladera una torta de cumpleaños por dos semanas: me la voy comiendo en el desayuno, y de postre, y a la hora del té, y, por supuesto, a la hora del bajón de serotonina nocturno.
Pero ostento un récord notable: cuando estaba en sexto grado tenía un noviecito con el que bailaba en las fiestas. Para mi cumpleaños me regaló un Milka de los grandotes y un sticker espantoso de un perro con cara de triste y orejas caídas, de esos que venían con campera y gorra de beisbol, tipo los posters de los monitos que tantos chicos de los 80 colgaban en sus cuartos.
Yo guardé las dos cosas primorosamente en una cajita celeste de Snoopy. Dos años y unos cuantos enamoramientos después, una noche abrí la caja... y me comí el chocolate. No recuerdo si era tan espantoso como el perro. Sí que conservé el papel unos cuantos años más.



Después de todo, el pantalón me queda divino, eh. Un talle más estaría perfecto, pero con los chocolates ricos que hay en Villa La Angostura, mas vale que lleve puesto un talle menos...a modo de cinturón gástrico!!!

Matémonos vía Switzerland

No es que no haya temas, no hay tiempo. Tuve ganas de escribir por ejemplo sobre la pareja inglesa que se fue a morir a Suiza. Tan románticos, tan dignos, tan razonables, tan prolijos y legales como ese comunicado de sus hijos que todavía me emociona: "Después de 54 felices años juntos, decidieron poner fin a la vida en vez de seguir luchando con serios problemas de salud. Murieron en paz y en circunstancias que ellos eligieron".
Tanto hablamos de planificación familiar...¿no sería esto parte del paquete? Digo, que pudiésemos acostumbrarnos a planear nuestra muerte, que tuviésemos el valor de permitir y permitirnos decidir cuándo y cómo dejar este mundo de la manera que nos alivie más a nosotros y a los que queremos...
En fin. Ya pasó. Estoy pensando en reservar nuestros lugares cuando llegue el momento. Aunque es cierto que, por ahora, la reserva más certera que tengo es para viajar los tres, mi preciosa familia ensamble and me, a otro paraíso, pero terrenal. Partimos mañana a Villa La Angostura. Tengo otro "aunque", pero prefiero dejarlo para otro post, así no me essstrañan tanto, ja.

domingo, 12 de julio de 2009

Domingo, bloody (mary) domingo

Dan otra vez la de Jack Nicholson con Diane Keaton, cuando llama mi vieja. Me dice que anoche estuvo ordenando papeles, que se encontró con las cartas que durante años se mandaron con papá. Que hoy no se quiso levantar de la cama hasta la cuatro de la tarde. Claro que no le dije nada.
The naked truth? Me vulnera un poquito que me cuente intimidades. Sí, ya sé que no son tan íntimas si se tiene en cuenta que de adolescente debo haberlas leído media docena de veces, incluso en voz alta para mis amigas. En mi defensa, puedo decir que eran cartas bastante sugestivas...¿Qué otra adolescente desbordada de hormonas hubiera necesitado permiso para leerlas?
Pasé el resto del domingo en plan ameba.

jueves, 9 de julio de 2009

Mañana

Soy la protagonista de una obra de teatro que se llama "Mañana me voy". Esa frase encierra el significado completo de lo que representa para mí la pareja.
"Mañana me voy" quiere decir: igual soy libre, igual soy yo la que decide. Quiere decir: puede que dejemos de querernos; no confíes en mí, ni en nosotros. Quiere decir que, si algo no nos gusta, siempre tenemos la posibilidad de decir basta y aquí no ha pasado nada.
Noche por medio, irremediablemente, repito: "Mañana me voy". Y, noche por medio, vuelvo a elegir quedarme.

martes, 7 de julio de 2009

Padres Jackson

Estaba escuchando a la hijita de Michael Jackson en el funeral más largo y kitsch de la historia después del de Lady Di. Ese que ocurría mientras en un lejano país sudamericano una presidenta cambiaba a la mitad de su gabinete tras estrepitosa derrota electoral. En fin, estaba escuchando a la chiquita que decía: "Desde que nací...él fue el mejor padre que uno se pueda imaginar". Y pienso si no nos equivocamos. Para una nena de diez años, ¿qué padre puede ser mejor que uno que cree que no hay nada tan importante como ir al zoológico para ver un gorila? uno que cree que lo mejor para sus hijos es cerrar una juguetería y comprar todo lo que les guste?
Pienso si no nos equivocamos al querer cumplir ese mandato de transmitir autoridad a nuestros hijos, en no poder estar con ellos sólo porque es lo que más nos divierte en el mundo, sin pensar en la responsabilidad que tenemos para con ellos, bla bla bla...
Imagino el título de una nota de tendencia que podría dar la sección Style del New York Times de aquí a un año: "El club de los padres jackson. Perfil de un nuevo grupo social que prioriza la diversión en la educación de sus hijos". Nada que ver con el reverendo.

jueves, 2 de julio de 2009

El año en que dejamos de besarnos

Menos mal que Roberto Galán no vivió para verlo. No lo imagino llamando al público a "besarse menos" mientras sus bailarinas le acercaban el canario al ganador. Tampoco hubiera sido lo mismo su Yo me quiero casar... de no haber podido pedir el besito final para sellar la elección del cuentapropista de Aldo Bonzi y la señora con casa propia en San Miguel, antes de entregarles el vale por una cena en Alberdi y Carabobo. En fin, menos mal.

En Demolition Man, Stallone era un policía del pasado a quien liberaban de su crioprisión para combatir a un delincuente tan retro con él (un platinado Wesley Snipes) en una ciudad del futuro donde sólo estaba permitido escuchar jingles, la comida chatarra era un placer clandestino que sólo se conseguía bajo tierra y el intercambio de fluidos había sido prohibido. Sí, confieso, ví esa película más de una decena de veces. Pero nunca pensé que Buenos Aires con gripe A se podía parecer tanto a esa ciudad que me causaba sólo risa. Este invierno no nos besaremos tan seguido. Y quizá ese hábito -bueno, ¿cómo saberlo?- nos quede tan grabado como el de lavarnos las manos más seguido y dejar de compartir el mate.

* * *

El otro día en la mesa en la que voté vi una señora que se tapaba la boca con una gasa atada en la nuca. Tenía en la mano una bolsa de maní pehuamar y se los iba metiendo de a uno por un agugerito que estiraba a dedo en su precario barbijo.

jueves, 25 de junio de 2009

Neverland

"Con un poco de polvillo de estrellas de Campanita, el barco flotó en el aire y navegó por el cielo nocturno de regreso a Nunca Jamás. Miré con atención. Sabía que había visto ese barco antes...hacía mucho tiempo, cuando yo también era una niña"


Estaba viendo la CNN, con una copa de vino blanco y unos quesos. Los jueves por la noche siempre tengo un rato para estar a solas y no puedo negar que lo disfruto.
Hoy fue un día raro. Para mí, tan retro, es como si hubiera vuelto a perder buena parte de mi niñez.
Se fue la mujer a la que soñaba con parecerme aún cuando lo más lógico para una niña morocha y rechoncha hubiera sido tomar por modelo a Sabrina. Pero claro que aquellos rulos rubios, la sonrisa perfecta y el bronceado eterno de esa Marilyn de los setenta que fue Farrah Fawcett eran mucho más inspiradores que el lacio serio de Kate Jackson.
Una vez más, como dice Pancho Ibáñez, "todo tiene que ver con todo": el mismo día en que la precursora de Baywatch dejaba este mundo sin poder decirle al amor de su vida, otro Jackson, no ya un ángel, sino el mismísimo Rey del Pop, seguía su propia certain call.
Y entonces Michael Jackson partió por fin hacia la Tierra de Nunca Jamás, donde nadie nunca tenía que crecer. Quién sabe, ya en el aire se cruzó con una inesperada Campanita y le pidió que volara con él...



miércoles, 24 de junio de 2009

Independence day

El 9 de julio mi block cumple un año. No debe ser casual eso de que el aniversario coincida con el día de la independencia.

Porque yo soy una chica independiente... ¡todavía tengo mi coche!




Quien quiera oir...¡que no se canse!


Lo que recuerdo es apenas una imagen recortada y difusa. Recuerdo sólo porque me lo conté muchas veces. No sé si es mi historia, la que inventé, o la que otros inventaron para ellos y, sin quererlo, también para mí.

Yo sentía que las mujeres éramos algo así como guardianas de la memoria de nuestras parejas. Quizá porque una de las cosas que más me gustan es volver a contar mis historias de amor como si fueran páginas de alguna novela corta de Kundera: sufridas, intensas, apasionadas e inciertas; con personajes tan inseguros como puedo ser yo misma a veces.

Los hombres me han escuchado primero con ternura y luego con humor. Hacia el final de las relaciones comienzan a pedir que ya no les lea en voz alta, que ya no les vuelva a contar aquella historia -que además es falsa. Yo sé que es el final porque del otro me queda ya solamente aquella historia que ahora que él se resiste a oir -empiezo a sospechar- ¡es inventada!

Y entonces, una mañana los miro y descubro que ya no se parecen casi en nada al héroe de mi novela. Y así, sin más, me compro un cuaderno y empiezo a borronear un cuento más sufrido, más intenso, más apasionado. Y salgo en busca de un nuevo héroe que me quiera oir.

domingo, 21 de junio de 2009

Un libro

Prendí la calefacción y me hice un tecito de vainilla. Pese al raid de shopping, al chat, la tele, la música y la pila de revistas, su ausencia está aquí como siempre. O más, claro, porque hoy era nuestro día. Ya sé que duelen más los cumpleaños. O que durante toda la semana me convencí de que era así. Pero ayer en la librería encontré el regalo perfecto y me puse a llorar como una pelotuda. Como una pobre huerfanita.
Era un libro de Márai, el último autor que lo conmovió. Compramos dos: uno para mí, para él; el otro para el padre de mi hijo.
Esta semana estuve pensando en las cosas buenas que a veces tiene el destino. Porque puede que no hayamos funcionado bien como pareja casi nunca, digo, el padre de mi niño y yo. Pero qué orgullosa estoy, above all, de que tengamos que transitar hasta que la muerte nos separe la paternidat. Porque algo de seguro hicimos bien. Y porque algo del destino por una vez no fue tan desatinado si trajo a este tipo desde tan lejos para convencerme de que un hijo nuestro sería maravilloso. Porque vaya que lo es.
Por eso, hoy, cuando bajé con mi retoñito de la mano, y los vi abrazarse, le agradecí y me hizo casi tanto bien como esta taza de té de vainilla darle ese libro que hubiera sido para mi viejo.

miércoles, 17 de junio de 2009

Chau a todos

¿Ya se habrán muerto también Revoira Lynch y la Milagritos? Yo no sé cuánto tardan en apagarse todas las voces de un esquizo, tampoco si necesariamente se van con él. Ah, pero Alejandro Doria sí. Acaso fuera otro de sus personajes.

lunes, 15 de junio de 2009

Curiosidades del régimen

El mito no cesa. Desde hoy, Fidel Castro es también el hombre que sobrevivió a su historiador. Aunque haya cambiado el traje de fajina por esa horrible joggineta Adidas del seleccionado cubano.

sábado, 6 de junio de 2009

Comer y pasarla bien

Gato, ¿se nace o se hace? Milena no se lo preguntó. No tuvo tiempo. A los 14 ya bailaba desnuda -completamente desnuda - sobre un parlante de un boliche de Merlo. A los 18 empezó su carrera en el cine porno.
Ahora tiene 30 y lleva más de 200 películas. Desde hace 4 atiende a domicilio con su director-cámara-en-mano para que los clientes filmen con ella sus propias porno.
Tiene una hija de 10 y dice que en la puerta del colegio las otras madres le piden autógrafos y consejos. "A mí me sale bien porque me gusta. No es por otra cosa", les repite. Y además le pagan, claro. 5000 por peli.
¿Más números? En 2005, batió el récord latino de gang bang: atendió a 25 debutantes ante 4 cámaras durante 4 horas. ¿Más? Se la bancó 90 minutos con los 24 cm de Rocco Siffredi, porno star tano que deja literalmente desmayadas a todas las demás. (Me permití un homenaje).
Yo a Milena la banco. Hay algo muy feminista en el hecho de vender lo mismo que otras damos gratis (qué parecido a damas gratis, ja). Y mucho más en el de contarlo así nomás, sin la cara pixelada, ni tan linda, ni tan flaca, ni tan elocuente. Apenas tan

domingo, 31 de mayo de 2009

Un corte, una quebrada


Parece que Lorena Bobbit se arregló con el marido. Pero claro que algunas cosas nunca se arreglan.

sábado, 30 de mayo de 2009

Creativo se ofrece

Para pautar en el próximo partido de la selección:
1. Animación de Dieguito pateando una pelota de trapo muy sucia con cara de triste
2. Animación de Fabián Gianola ofreciéndole limpiar la pelota con Trenet
3. El Diego y Gianola sonrientes, haciendo jueguito con la pelota limpia
4. En letras celestes y blancas se lee : "La pelota no se mancha. Diego, ahora también estamos con vos"

Ya estoy llamando al tipo de Trenet!

Mujer opina sobre fútbol

Me pregunto qué clase de infeliz querría seguir un partido por twitter. Puede que sea un comentario tan ignorante como femenino. Pero, la verdat, yo prefería a los tipos que miraban el partido en el bar tomándose un birrín. Igual que sigo prefiriendo a los que todavía se juntan a jugar con los amigos en una canchita antes que a los goleadores de playstation. Aunque, es cierto, el universo masculino da para todo, y, a veces, todos son uno.

En relación con mi último post, sólo me resta decir: "La pelota no se mancha". Debo hablar con la gente de Trenet porque es obvio que acá hay otra idea.

Y chau manchas

Se me acaba de ocurrir una publicidad medio erótica para Trenet. Cuando tengo estas ideas en medio de la noche me dan ganas de averiguar quién está a cargo de la compañía, de ubicarlo y llevarle mis propuestas. Me da como un delirio de Pinky y Cerebro. Como que yo sí puedo, o al menos podría, dominar el mundo, que sí podría paralizar la tierra mientras hago mi jueguito ceteris paribus.
En la facultad algunos pronunciaban "queteris" y otros "sseteris". Yo al principio creía que era más correcto (y en ese ámbito es ciertamente importante adoptar el modo más correcto) imitar a los primeros, pero después empecé a pensar que era un poco snob. Aunque claro que todos en el fondo queremos ser algo snobs, porque pertenecer a una elite no deja de tener su importancia. A una elite de cualquier cosa, hasta de servilletas, pero pertenecer.
Todo eso sería como la escenografía de la publicidad. O mejor, el mensaje subliminal. Para mí va a ser un golazo. Tengo que hablar con los tipos de Trenet...

lunes, 25 de mayo de 2009

Sur, chocolate y después

En mi niñez castrense, los 25 de mayo y los 9 de julio desayunábamos con churros y chocolate caliente. Aún de grandes, a mi padre (que quizá tenía algo de Captain von Trapp) le gustaba llamarnos temprano y decirnos a voz en cuello: "En el día de la patria, buen día".
Anteayer me llamó un viejo amigo de papá, uno de los que hasta último momento se sentaba a su lado y le contaba historias. Compartían la pasión por los caballos. Debe ser bien duro ver morir a un amigo. En fin, por entonces yo estaba demasiado concentrada en mi dolor, y la verdat es que ahora prefiero no pensarlo demasiado.
Le pregunté si sabía que mi hermano había tenido otro hijo y estaba trabajando en el Sur. "Ustedes dos, desde que se murió tu viejo han hecho un quilombo bárbaro. Cambiaron de vida por completo", me dijo riendo.
Me reí con él y no le dije, pero, en eso, creo que hay algo de herencia, algo de enseñanza. Papá también tuvo muchas vidas, también se atrevió a dar volantazos aunque eso significara tener que empezar de nuevo. Fue justamente uno de esos volantazos el que lo llevó a la Patagonia, donde fue tan feliz.



Hoy en casa hubo chocolate con medialunas porque enfrente no venden churros y porque además, salvo que sean de Manolo, preferimos las medialunas. Después hicimos empanadas y nos tomamos unos vinos. Brindamos, como siempre, a su salud.

viernes, 22 de mayo de 2009

Estuve de viaje

En el MoMa me compré un caleidoscopio (al escribirlo me acordé de aquella canción de Os Paralamas). Lo estuve usando para ver la tele...¡Cossssssmic!

Polémica en el bar

Viendo la tele esta noche, se me ocurre que Ischia es un sujeto que debería regresar al planeta al que pertenece.

Mirinda not dead

Cuando tenía 4 años mi mamá me regaló una tijera de plástico de esas que tenían un lado de cada color y el filo pegado detrás del borde para no lastimar. La mía era naranja y blanca. Es como si pudiera verla en el quiosco de la esquina del colegio, como si volviera a sentir el orgullo de tener mi primera tijerita propia.
A la tarde jugué con mis muñecas a la peluquería. Y cuando se me acabó el pelo de las rubias la emprendí con el mío. La señora que me cuidaba me preguntó varias veces: "Mirinda, ¿qué estás haciendo?".
Parece que yo simplemente le contestaba: "Recortando".
En la peluquería de verdad, la de las japonesas de enfrente, se decidieron a raparme tipo varón.
Durante un año fui por la calle teniendo que aclararle a la gente: "Soy nena. ¿No ve que tengo aritos?"

miércoles, 29 de abril de 2009

Mantra

Cerrada la votación. El 64% por el , aunque el 7% aclara que preferiría que lo hicera en secreto. El 7% cuestiona la decisión (¿Para qué?), mientras que el 28% restante se inclina por el No. De modo que ya tengo otra razón para casarme. Okey, sí, acepto. Lo voy decir así. Con el "Okey" adelante. Me parece original. Irreverente. Jeje, qué adjetivo más simpático. Bordeando lo que, después de cierta edad, se parece a pelotudo. En fin, lo que parece es que me caso. Si no me matan el chancho ni el mosquito. Esta vez no tiene por qué fallar. No tiene por qué fallar. No tiene por qué...

Fase 5

Acabo de entrar en pánico.

martes, 28 de abril de 2009

La gripe feroz y los 3 chanchitos

Como dije, me gusta la cocina. Como lugar, como acción. Hay una parte de instinto, otra de costumbre, otra _no menos importante_ de aprendizaje. Se parece un poco al sexo, es cierto, y ya sé que no soy la primera en asociarlo. "La comida es la madre", dice mi terapeuta, sin ser necesariamente freudiano.

Pero es cierto que en casa cocinar siempre fue un rito compartido en familia. Mi padre era un cocinero creativo (Dios, no había nada que ese hombre no hiciera bien!), que compraba especias en El Gato Negro con la misma pasión con que elegía un buen libro.

Todo esto para contar que tengo en el horno un pechito de cerdo bien adobado, con papas rústicas (no tenía quién me las pelara; como dice Julian Barnes: "Los que valen, cocinan; los que no, friegan"). Cociné pechito porque después de todo soy una mujer comprometida _en todos los sentidos, pero, sobretodo, con la causa, je_. Y con esto quiero dejar en claro que hay que bancar al chancho, loco. Y contagiar con el ejemplo, no como quien contagia una gripe, sino más bien como quien contagia una influenza.

En fin, esto de la fiebre porcina se pone heavy. La palabra pandemia me da un poco pandora, como de una caja que se destapa. Me da... miedo. Dentro de unas horas llegará el cierre de una votación crucial para mi futuro, para mi compromiso. Hasta ahora es 50 y 50, pero quizá la balanza se incline hacia algún lado. Quién puede saberlo. Lo único cierto es que no podremos casarnos vía México.

domingo, 26 de abril de 2009

Margaritas a los chanchos

Ahora parece que lo que nos va a matar son los chanchos. Cansados de tanto azote y tanto bravucón con aires de San Martín (que a cada porcino le llega el suyo), decidieron chillar de una vez por todas. No será una fabula orwelliana, pero tampoco queda tan lejos esta granja donde los primeros en rebelarse fueron los pollos, con sus cerebros pequeñitos y todo.
Porque durante algunos años no hubo nada más amenazador que la gripe aviar. Las potencias del mundo destinaron millones de dólares a los planes de contingencia para frenar la pandemia que, según se pronosticaba entonces, podía terminar con el 30% de la población mundial. Hasta la Argentina tuvo su programa y hubo psicosis cuando se supo que las farmacias porteñas no contaban con el antiviral Tamiflu, usado para tratar los síntomas de la enfermedad.

En fin. Y ahora nos vienen con esto de los puerquitos. Lo que pasa es que al pollo lo disfrazás de ave y por lo menos queda un poco más poético. Con el chancho no hay nada que hacer. No hay nada menos glamoroso que terminar nuestros días a manos de los chanchos. Puede que algo tenga que ver aquello de que "lo que no mata, engorda". Aunque me inclino más por la otra teoría que dice que "la culpa no es del chancho, sino del que le da de comer".



domingo, 19 de abril de 2009

El Rey de Montoya, Bikini y José Ignacio

Estaba viendo como Montoya, otrora fuerte caballero del ala kirchnerista -por no decir otro perejil afecto a hacerse el maula- llorisquea y se queja por TV. No quiero ser dura, pero me hace pensar que es todavía más bajo un arrepentido de última hora que uno que nunca lo hace.
Busco en la red el reportaje que le hizo Fontevecchia en Perfil a Guillermo O'Donnell para postearlo. Pero entonces no puedo resistir la tentación de entrar a Caras para chusmear sobre la separación de Tinelli. En una parte hacen un flashback de la separación de su primera mujer. Me causa gracia cómo dice: "[...]En esa época, Tinelli gozaba de una gran amistad con (una de las) bailarinas de “Ritmo...”, Paula Robles, que por entonces tenía 26 años, ocho menos que él." Juaaaaaa! "gozaba de una gran amistad", escriben para dar a entender que se enfiestaba con las T-nellys...
En fin, volviendo a O'Donnell, porque hoy cociné mmmmm Pollito de la India, con salsa de coco y masala y cous-cous al curry hidratado en azahar (epaaaaaaa!!!). Va una de las mejores frases escogida como, je, al azahar: "El rey mueve piezas, por ejemplo, a la reina, pieza importantísima. Pero, finalmente, la función de la reina es proteger al rey, incluso si para ello es necesario que ella misma caiga". Nada que ver con Tinelli, ni con mis dotes para la cocina - a los que, es cierto, tan poco he mencionado hasta ahora en este block y creo que proximamente estaré comentando -.

lunes, 13 de abril de 2009

Qué locro, no?

Hablando de argentinidad: enfrente de mi casa abrieron uno de usos restaurantes que a la tarde sirven mate con bizcochitos. Tiene mesas rojas, sillas de paja y manteles de papel donde grandes y chicos se animan a dibujar tentados por las canastitas con crayones. Se pone “así” de gente, al contrario de lo que ocurría con el local anterior, con sillones de cuero, paredes enchapadas en madera y aspiraciones de nouvel cuisine, del que sólo prevalece un gigantesco espejo cuyo marco sucumbió bajo una capa de pintura roja.

A mi me gusta que se haya transformado en un bolichito regional y está claro que a los vecinos también. Es cierto, a mí porque tengo un hijo con quien se me hace más fácil disfrutar de una comida si hay crayones. Y porque además es barato. Parte del maquillaje de la crisis consiste en poner de moda, o al menos en no cuestionar, salidas y costumbres que no requieren desembolsar demasiado.

Ahora, lo que me hace ruido, es que todos los mozos son colombianos. Los tipos te sirven asado y pastel de papas como si fueran arepas, pero eso tiene sus riesgos: hoy me trajeron una porción de entraña…con limón. También descubrí que la mayoría de los platos viene sobre una especie de colchón de lechugas, croutons y queso rayado finito, como de paquete, todo sin condimentar.

Es la tercera vez que voy en poco más de una semana, y en cada una me he prometido no volver. El servicio es lento, la cocina es mediocre, los platos llegan fríos. Y sin embargo sé que pronto estaré ahí otra vez. Improvisando críticas en el mantelito de papel, pero ahí otra vez.
El verdadero plato fuerte: hoy, en la mesa de al lado se sentó Cecilia Bolocco. En una de más allá, sus custodios. Ahora pienso que puede ser que la dueña sea ella, porque el café lo tomó de dorapa en la barra, estuvo hablando largo rato con un señor de otra mesa y se mostró muy amable con todos los comensales, hasta alzó su vaso -porque en los lugares como este no se usan copas- para brindar con un viejo que estaba en otra mesa. Me estiré para ver que había comido. En su lugar había una de esas cazuelitas en las que se sirve locro. Con lechuguitas y limón. Al final, la chilena no fingía cuando se envolvía en la bandera cual Evita menemista: ama a nuestro país, le gusta el locro en colchón de hojas verdes, la entrañita con limón...capaz que hasta pasa una tarde y se ceba unos buenos verdolagas, o hace topless junto al horno de barro.

Y bue, mi barrio da para todo. Lo que más me preocupa, con tanto colombiano y ex Miss Universo dando vueltas, y encima con ese horno funcionando todo el día, es que una de estas noches nos tengamos que morfar un fiambre… Ojo, que visto de este modo cobra un cariz bastante sospechoso todo este asunto del limón.

miércoles, 8 de abril de 2009

La argentinidad, al palo

Pensaba que tenía que sentarme a escribir algo sobre el que fue para mí el gran tema de la semana. Ya sé que es probable que estén pensando en lo extraño de la coincidencia de que Alfonsín se haya muerto una semana antes de las Pascuas. El hombre cuya campaña por la presidencia fue el primer gran producto del marketing político en la Argentina, el hombre que pronunció la frase más citada por las familias del país para estas fechas, se convierte en la cara oficial de nuestro huevo de chocolate nacional...

Y está bien, ojo, esta bien. Pero no, el tema de la semana, para mí, son los huevos. No sólo los Kinder, sino "los huevos de huevito", como dice mi hijo. En charla intergeneracional de mujeres una de mis amigas habla del tamaño de las pelotas de los viejos. Dice que les llegan a la rodilla, que se las patean, que su padre le confió que detestaba mirarse al espejo porque no quería tener que ver hasta dónde se le habían caído las bolas. Después despliega su teoría sobre la altura a la que los tipos llevan los pantalones: dice que lo que vuelve menos atractivos a los que se los suben bien por encima de la panza es, precisamente, que los hace ver pelotudos, y, por ende, más viejos.

Lo que me recordó la discusión que tuve con mi amigo. Le dije que "las bolas tristes" y "las pelotas de plomo" (dos de los insultos preferidos de papá) hablan de un hecho incontrastable: las alusiones a las pelotas (huevón, boludo y pelotudo, en orden ascendente) no pueden ser algo positivo en un mundo que se rige por el tamaño -que sí, a cada quién según su necesidad y de cada quién según su capacidad, nos importa a todas-. Es evidente que, a mayor el tamaño de las bolas, más pequeño se verá el pene. De hecho, cuando los usos dictaminan que la connotación de la expresión "tener cojones" sí es positiva (o lo contrario de Cobos, ya que hablamos de radicales libres) parece atribuírsele mucho más al género femenino, que no casualmente carece de aquello que se mide.

Cierre de la charla de mujeres por la mayor del grupo: dice que el marido de la prima de alguien tiene 81 años y "está impecable, espléndido, como si tuviera 20 años menos". Considera notable que este señor siempre haya usado pantalones de tiro bajo.

Ahora pienso que tiene sentido que les crezcan las pelotas. A los hombres, digo. La mayoría nace con los huevos más grandes que el pito. Se les van desinflando entre la niñez y la pubertad. A los 20 son puro pito, por más pitito que sean. Muchos no llegan a tener pelotas en toda su vida adulta. Es lógico que les crezcan cuando llegan a viejos: hay que tener muchos huevos tanto para nacer como para acercarse a la muerte.



Videos tu.tv


Y de yapa, porque estoy desvelada, y porque son las cinco am y todavía espero una llamada, va este link con un texto que escribió hace un par de años Mario Wainfeld para Página 12 a propósito del vigésimo aniversario de la Pascua alfonsinista:
http://www.pagina12.com.ar/diario/especiales/subnotas/83656-26897-2007-04-19.html

domingo, 29 de marzo de 2009

Generación Pichimahuida

Tres necrológicas y un sólo aviso fúnebre de sus hermanas y sobrinas. Jorge Barreiro partió de este mundo con la misma discreción con la que pasó por él. Aunque protagonizó decenas de películas y telenovelas, para mí siempre será aquel médico buenmozo y distinguido que sobrellevaba con abnegación a una mujer que sólo sabía quejarse de su dolor de cabeza y a una hija rubia, mala y caprichosa: Etelvina Baldasarre.

Yo fui fanática de Señorita Maestra, pero de la protagonizada por Cristina Lemercier. Mi abuela me llevó a verla al teatro y todavía recuerdo la fascinación que sentí cuando los chicos entraron a la sala salticando al lado de las butacas con sus guardapolvos blancos. Casi me pisa un auto por cruzar la calle corriendo para pedirle un autografo a Efraín, y durante años tuve como apodo el de uno de los personajes de la tira. Lloré cuando perdí el cassette con el hit "los alumnos se van, pero nos dicen...señoriiita maestraaa...vendremos de visita, señorita maestra...". Como también lloraba cada vez que Etelvina le rompía el corazón a Cirilo. Y eso que no imaginaba el trágico destino de mis ídolos, ahora que la mitad del elenco murió, y la otra está en cana.

Otra vez el azar: la rubia, como otras veces lo ha hecho Palmiro Caballazca (en su caso es literal que se lo comió el personaje, y eso que era un personaje "bien comido", ah), apareció esta semana en una de esas notas corales sobre actores olvidados que quieren volver...¡Qué horror, no sólo no tienen agente, ni siquiera les ha quedado algo de dignidad!

Parece que Etelvina canta, pobre. Quizá debería probar suerte en Operación Triunfo, quién sabe no la reconozcan. En fin, su reaparición no fue la única coincidencia de la semana. Porque encima de todo tendré que aceptar que mis migrañas son crónicas. O sea que de todas las heroínas de mi novela favorita, terminé por convertirme en la madre de Etelvina. Diosss, mejor ya dejo de escribir por hoy: ¡se me parte la cabeza!

domingo, 22 de marzo de 2009

El Barrio Chino, entre Berlín y París

Había que tener los dos pies bien ataditos a la tierra para recordar que era en Buenos Aires y en este siglo tan lejos del romanticismo. Bastaron un piano, su cuerpo eterno y esa voz inmensa y dulce, hecha de noches de blues y cabaret. O fueron sus ángeles, tan a gusto en el templo de Arribeños, los que por unas horas nos dejaron volar.



Después nos fuimos a comer al Pobre Luis. A unas mesas nomás, se sentaron Ute Lemper y su pianista. Llamé al mozo y quise hacer la prueba: "I'll have what she is having"

miércoles, 18 de marzo de 2009

El azar viste de gris

Alemán. Clase Nº3. Mi desconcierto es total. Los varones han ido de gris. La mujer vestía una remera fucsia con cuello polo. Puede que haya sido despedida de la empresa. Pero también puede que no haya habido empresa ni regla alguna, y que simplemente hayan coincidido al elegir el color de sus atuendos.
Me cuesta, de todos modos, aceptar la casualidad de las coincidencias. Será que algunos humanos (como los de gris) han llegado a alienarse al punto de cumplir tan literalmente la pesadilla aquella de la moda uniformada. O será que una vez más ha obrado la rigurosa determinación del azar.


domingo, 15 de marzo de 2009

Un Aleph en el que suena Pink Floyd

Algunas veces creo percibir algo así como una voz interior que me alerta: "¡Alto! Deténgase. No lo haga. Usted puede salvar su vida". Es casi siempre unos segundos antes de decir esas cosas de las que suelo arrepentirme. Pero claro, ¿por qué iría a detenerme? ¿por qué querría salvar mi vida? Preferiría que sea mi vida la que me salvara a mí.

¿Puede una palabra, un segundo entre decenas de años, definir una existencia entera? ¿Basta con un solo acto para contar una vida? Existe realmente ese punto en el que convergen todos los puntos? Y si es así, ¿cuál sería el instante crucial que me justifique a mí, a Mirinda, en la inconmensurable circularidad del Universo?


jueves, 12 de marzo de 2009

Alemán para principiantes

Segunda lección. Me preocupa que el grupo que en la primera clase estaba vestido de verde, hoy haya ido de gris. Son una mujer y dos hombres de alrededor de 30. Uno de ellos trajo puesta esta vez una camisa gris y una corbata blanca. El otro había invertido los colores del equipo. Ambas corbatas tenían un tinte de terminación perlada.

Pienso que es posible que todos trabajen en la misma campañía. Pero... ¿qué clase de empresa haría que sus empleados vistiesen con un color predeterminado cada día de la semana?

Estoy ansiosa porque llegue el lunes para ver si:
a) vuelven al verde (lo que probaría la existencia de un código compartido que los obliga a vestirse por colores asignados a cada día de la semana);
b) visten engamados, pero no de verde, ni de gris (de lo que también se desprendería la existencia de un código común, aunque no regido por los días de la semana); o
c) aparecen desengamados, echando por tierra toda posibilidad de análisis.

Ninguna de las opciones resolverá mi intriga. Empiezo a temer que se trate de participantes de algún extraño juego de rol, para el cual sea necesario hablar alemán.

Descubro en mí cierta tendencia a ampararme en soluciones mágicas cada vez que algo escapa definitivamente de mi control.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Marchando por un sueño

Y ahora, encima, Tinelli. El pobre Tinelli. Le dijo a Rial que los delincuentes están todos libres, y él tiene que vivir "encerrado entre las rejas".
Susana, Moria, Cacho, Sandro, Carlín, el Facha, Spinetta (!), Piazza, Guillote. Marcelo, con su ojo para el showbizz, vislumbró la taquilla de semejante cartelera y no quiso quedar afuera de la producción.
Enterado, el ministro se calzó los patines y se deslizó hasta donde lo dejó llegar la custodia del conductor televisivo. A través de las rejas, no pudo sino garantizarle al aficionado maratonista seguridad en su nuevo desafío: marchar junto a una interminable lista de famosos, extras y otros "luchadores" de los derechos humanos hasta la Plaza de Mayo.
Ante las luces de las cámaras, un Tinelli de cabeza rapada, tatuajes, y quizá aún con muletas tras la reciente intervención quirúrgica que se le practicó en los meniscos podría decir: "Muy buenas noches, América; yo tengo un sueño..."
La Plaza se vendrá abajo: según lo acordado con el ministro, caerán papelitos hasta del balcón presidencial, una fila de vedettes y modelos desfilaran llevando la bandera, que se arriará para liberar el mástil, donde Nazarena -que prometió bajar cinco kilos si tiene un lugar destacado en el cartel- hará su performance de caño mientras cinco enanos y un stripper musculoso le acercan la pileta del acquadance.
Un fabuloso e impensado comienzo de temporada, en un año que parecía inexorablemente signado por la crisis. Porque, a pesar de todo, el show debe continuar.

lunes, 9 de marzo de 2009

Ich heiße Mirinda

Hoy tuve mi primera clase en la Goethe de Corrientes. Imaginaba que los otros aspirantes inspirados por el alemán serían secretarias cincuentonas, y filonazis. No es que haya llegado hasta ahí seducida por mis prejuicios; sí puede que de puro seducida.

Llegué temprano. En el aula había un muchachote que parecía salido de Elephant, vestido de negro, con un mitón de cuero y tachas que no se quitó en ningún momento de la hora y media en que jugamos a hacernos preguntas de perfil en deutsche. Después llegó un señor alto, canoso y cordobés. Una descripción que podría responder al ideal del hombre buenmozo según la tía de mi amiga del alma; pero también a la del hijo de un jerarca refugiado en el bucólico paisaje serrano.

Por lo demás: una niñita con aparatos que creo haber visto antes en versión animada, como la niñera boba del bebé de Los Increibles; la secretaria cincuentona, que declara hablar español, italiano e inglés, si bien es cierto que aún no confirmé su profesión; un hombre de negocios; y mucho freakie y nerd.

Lo que más me llamó la atención fue que varios de mis compañeros tenían camisas y corbatas verdes. Pensé que se trataba de empleados de alguna compañía con uno de esos convenios especiales para su personal de planta. Pensé en verde. Y no sigo. Si hubiera pensado en los cieguitos, quién sabe subida a qué Falcon estaría viajando aún mi paranoia...

sábado, 7 de marzo de 2009

The Green Smile

Me hago la superada, sonrío, y trato de ser tan amable como me enseñaron que se debe en estos casos, mientras veo como lo más importante que tengo en la vida se va con ellos. Me da un abrazo fuerte y hace como que me va a extrañar. Hasta ahí no es más que un sábado cualquiera. Salvo porque, ya en el ascensor, descubro que además de falsa, mi sonrisa es verde: el oprobio tomó forma de acelga entre mis dientes.
Esos boios de Valenti son lo más, eso nadie puede discutirlo. Pero, ¿quién me manda a comerme un tentempié justito antes de bajar, eh?
Me queda la esperanza (verde) de que no me hayan visto. Pero es realmente muy remota. Odio a los vegetales, a los veganos, a los vegetas...
Para cuando llego al séptimo, estoy toda verde, ¡de la bronca!



Eso es lo que se llama "reirse de uno mismo". Juaaaa...verde de la risa estoy....

(!) Otros temas que pudieron haber sido la cortina de este post: Ojalá (Silvio Rodríguez), Color Esperanza (Diego Torres), La muralla verde (Los enanitos idem), Yuyo verde (en versión de Palo Pandolfo), Pulling teeth (Green Day), y... se aceptan sugerencias para esta lista

miércoles, 4 de marzo de 2009

Por una unión democrática

Eso de la unión libre es un oximoron. Como estado civil, casado es más creible. Si te unís, por más pareja abierta que te vendan, básicamente estás cediendo una buena parte de lo que te queda de libertad. Todo bien. Se puede querer eso. Pero hay que asumirlo como un problema de suma cero. Lo que ganes de amor, cama calentita y domingos por la tarde, equivale a lo que perdés de joda, cama toooooda para vos -eso de "todavía duermo de mi lado" es una mentira descomunal-, y amenas depresiones de domingo para hacerte los pies, o probarte ropa, o mirar películas de las de ver de nuevo.

Otro oximoron: "mi ex". Si es ex, es obvio que sobra el pronombre posesivo. Si dejó de ser, entonces ya no es...tuyo. La pregunta sería si es tuyo mientras se supone que lo es; o sea, mientras aún no es ex. O si el posesivo aplica también para casos de unión libre.

Me estoy mareando. Igual a mí casarme me gusta. Más si voy de blanco. O de tiza, manteca o té, o del color que mejor le quede a una chica grande como yo.

Me gusta por la fiesta. Pero sobretodo me gusta que haya un otro decidido a sacrificarse compartiendo toda su vida conmigo, aunque después no aguante, porque lo lindo es el compromiso. Que alguien que te conoce -no con tu cara de normal de la puerta del colegio, o del supermercado, sino con la de sacada porque no encontrás las llaves o porque se acabó la coca light o cualquier boludez por el estilo que implique una pequeña desviación respecto de tu plan original- quiera quedarse para siempre por vos, y declararlo publicamente...que alguien que querés te asegure que el amor es para siempre, aunque vos ya sepas que de eso nunca hay garantías...merece como mínimo que lo pienses. Más si sos una chica insegura como yo.

Y todo esto ¿para qué? Para que de una vez la vida de Mirinda se vuelva participativa. Para que la blogósfera decida. Para que no lo haga su inseguridad, ni el amor, ni el destino. Para que esta sea, ya que no libre, una unión democrática.

A la derecha de la pantalla verán, encubierto en la forma de una simpática encuesta, un deliberado pedido de ayuda. Porque yo ya tomé muchas deciciones cuando era chiquita. No Legrand.

El beneficio de la duda

Es que, a pesar de lo que se puede leer en Wikipedia, Clint Eastwood no es vegano, y hasta parece levemente horrorizado cuando se le explica exactamente lo que es un vegano. "Por eso nunca miro Internet", dice el actor.

Volviendo al post de ayer, si todos los obtusos son Clint Eastwood, creo que me caen simpáticos.

No hay nada más esperanzador que el beneficio de la duda. Empiezo a pensar que quizá sea una persona optimista. O no. Porque también puede ser que el optimismo sea sólo una negación del pesimismo, o sea: pesimismo al cuadrado.

Como sé que las cosas sólo pueden ir empeorando, intento verles el lado positivo, para combatir mi depresión. Pero como me gusta deprimirme, a veces dejo colarse algún que otro pensamiento oscuro para tomar la cama con la actitud precisa. También lo hago por superstición: a veces me parece que si no pienso o no hablo de las cosas, es más difícil que ocurran. Pero tarde o temprano, el destino se impone y me encuentra deprimida.

Es una cuestión etimológica. Si fuera bueno, sería buen tino. Lo que viene, casi nunca es exactamente lo que buscamos. Y es obvio que en mi caso eso es una suerte.

martes, 3 de marzo de 2009

Apología de la tele

No entiendo a los que declaran férreos: "Yo no veo televisión", como si hubiera algún valor en eso. He oído decir con orgullo: "Tengo tele, pero la uso como macetero", "Sólo veo el canal cultural" (como si la cultura fuera un programa que dan por un sólo canal), y otras patrañas que nadie discute. Pero dudo que alguien se llenara la boca al afirmar, por ejemplo: "Yo no uso Internet". ¿Qué clase de obtuso rechazaría por principios el uso de semejante herramienta de comunicación?

Yo, en cambio, quiero reconocer públicamente la enorme deuda de gratitud que tengo con la tele. No he tenido una relación tan duradera, ni tan estable con ningún otro ser vivo ni objeto inanimado (dos categorías que no alcanzan para clasificarla).
Para mí, que me pasé la adolescencia sin dormir (no sé que vino primero, si la depresión o el insomnio), la tele ha sido una compañera fiel y generosa, que -salvo cuando salía corriendo de la pileta porque no podía perderme Una voz en el teléfono-, jamás me reprochó mi falta de constancia, o que le dedicara más tiempo a un libro o a mis amigos que a ella. Jamás se quejó mientras la apagaba, apenas un click y un discreto telón sobre la pantalla. Y además, ni siquiera necesita que se le preste demasiada atención.
Duermo con la tele: hasta el día de hoy, me hace sentir más tranquila, me predispone para mejores sueños, me ayuda a tener menos miedo en las noches de tormenta. Renuncio con sacrificio a su compañía nocturna sólo cuando estoy muy -ciegamente- enamorada.

Porque yo -como Guillermo Blanc-, yo señores, yo amo a la TV.