
Se ve que me pegó lo de
Hustvedt, porque, en vez de seguir con el otro de
Amélie que ya tenía comprado, pasé por una librería y me hice una panzada de esas que sólo mi padre. Aunque él, cuando terminaba de elegir, le daba la pilita de libros a mi vieja para que se ocupara de la cuenta, y en cambio yo tuve que pagar
me, myself de mi propio
pecunio. En fin, es principio de mes y parece que pronto la apoyatura de Mercurio en Virgo me hará brillar.
En tren de volar más alto, me compré el último de esta rubia migrañosa y cautivadora que hace rato dejó de ser solamente la mujer de Paul Auster. Claro que tratándose de Auster, imagino que debe haber infinitas maneras de ser Husvedt. Quien pudiera, al menos una...
Es que los Auster tienen ese no sé qué de las parejas que se han amado por mucho tiempo, o que hace creer que han vuelto a elegirse muchas veces. O que hace creer, y ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario