Había que tener los dos pies bien ataditos a la tierra para recordar que era en Buenos Aires y en este siglo tan lejos del romanticismo. Bastaron un piano, su cuerpo eterno y esa voz inmensa y dulce, hecha de noches de blues y cabaret. O fueron sus ángeles, tan a gusto en el templo de Arribeños, los que por unas horas nos dejaron volar.
Después nos fuimos a comer al Pobre Luis. A unas mesas nomás, se sentaron Ute Lemper y su pianista. Llamé al mozo y quise hacer la prueba: "I'll have what she is having"
Types Of Herons
Hace 1 año
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