viernes, 22 de mayo de 2009

Mirinda not dead

Cuando tenía 4 años mi mamá me regaló una tijera de plástico de esas que tenían un lado de cada color y el filo pegado detrás del borde para no lastimar. La mía era naranja y blanca. Es como si pudiera verla en el quiosco de la esquina del colegio, como si volviera a sentir el orgullo de tener mi primera tijerita propia.
A la tarde jugué con mis muñecas a la peluquería. Y cuando se me acabó el pelo de las rubias la emprendí con el mío. La señora que me cuidaba me preguntó varias veces: "Mirinda, ¿qué estás haciendo?".
Parece que yo simplemente le contestaba: "Recortando".
En la peluquería de verdad, la de las japonesas de enfrente, se decidieron a raparme tipo varón.
Durante un año fui por la calle teniendo que aclararle a la gente: "Soy nena. ¿No ve que tengo aritos?"

1 comentario:

Anónimo dijo...

tengo lágrimas en los ojos de tanto reirme... será que yo jugaba a la verdulería con mi pelo... sí, un juego un tanto abstracto pero las mechas que cortaban representaban hojas de lechuga; y no paraba de salir las plantas de lechuga en esa verdulería oscura de un domingo a la mañana... esos domingos en los que hay silencio y los padres piensan que estan todo bajo control.
Yo también terminé emparejando mi lado derecho rapado, en lo de la peluquería amiga, tijereteando mi lado izquierdo por una profesional.
Solo agrego un detalle más: tengo 31 años y nunca tuve aritos; mi madre creía que era una costumbre índigena agujerearme las orejas (cosa que a ella nadie le habia consultado) -pero no sigo porque puede dar para otro tema.
TQHEC