
Pero es cierto que en casa cocinar siempre fue un rito compartido en familia. Mi padre era un cocinero creativo (Dios, no había nada que ese hombre no hiciera bien!), que compraba especias en El Gato Negro con la misma pasión con que elegía un buen libro.
Todo esto para contar que tengo en el horno un pechito de cerdo bien adobado, con papas rústicas (no tenía quién me las pelara; como dice Julian Barnes: "Los que valen, cocinan; los que no, friegan"). Cociné pechito porque después de todo soy una mujer comprometida _en todos los sentidos, pero, sobretodo, con la causa, je_. Y con esto quiero dejar en claro que hay que bancar al chancho, loco. Y contagiar con el ejemplo, no como quien contagia una gripe, sino más bien como quien contagia una influenza.
En fin, esto de la fiebre porcina se pone heavy. La palabra pandemia me da un poco pandora, como de una caja que se destapa. Me da... miedo. Dentro de unas horas llegará el cierre de una votación crucial para mi futuro, para mi compromiso. Hasta ahora es 50 y 50, pero quizá la balanza se incline hacia algún lado. Quién puede saberlo. Lo único cierto es que no podremos casarnos vía México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario