viernes, 16 de octubre de 2009

Vacaciones con Gregory Peck


Mi papá se parecía a Gregory Peck. El otro día ví por primera vez Roman Holiday y me dí cuenta. Qué buenmozos eran ambos. Y qué gran película romántica. ¡Qué gran final de película!
La princesa que quería vivir fue la primera película que protagonizó Audrey Hepburn y la que dejó aquella eterna postal de su gracia sobre un motorino. La que impuso su belleza de cintura mínima y mirada lúcida.
La verdad es que me gustaría volver a Roma poniéndole menos presión a la cosa. La última vez que estuve ahí me forcé a pensar que podía ser una ciudad para quedarme. Es muy raro juzgar a los lugares desde esa mirada. Uno no puede sentir de la misma manera las calles a las que probablemente tenga que volver, igual que no puede hacerlo frente a quien quizá tenga que ver al día siguiente. Quiero decir, las relaciones con las ciudades se parecen a las que entablamos con las personas. Las amamos, las detestamos, nos son indiferentes, nos gusta volver a verlas de vez en cuando. La vida. Tengo ganas de volver a ver a Roma, y a Mar del Plata. Quiero conocer un poco más a Londres. Todo el tiempo me dan ganas de estar en Nueva York. Me gusta Buenos Aires. Alguna vez quisiera volver a ver a Hong Kong de noche, iluminada. Todavía no sé si quiero reencontrarme con Cañás. Con Comodoro me pasa igual. No tengo planeado pasear por Bahía Blanca. Muero por conocer a Puebla, a Cartagena.
Y digo todo esto porque viajar es también permitirse ser otro por unos días. Como Audrey, como la princesa Ann. Eso lo leí en un libro sobre la China que saqué de la biblioteca del diario antes de ir a Hong Kong. El autor era un tal Ovejero. Y decía -qué flash-, no lo de Audrey, sino lo de viajar. Y es así. Los viajes te permiten correrte de tu rutina por unos días. Jugar desde otro lugar. De visitante, ja. Da adrenalina jugar de visitante, reconocer la cancha ajena.
Audrey ganó un Oscar por su papel en Roman Holiday. Dicen que para la famosa escena de la Bocca della Verità, Gregory Peck (papá, je) improvisó. No estaba en el guión que fingiera que le mordía la mano y por eso la reacción de ella es tan genuina. Dicen que él decidió esa misma tarde que el nombre de Audrey Hepburn tenía que figurar como el de él, antes de los títulos. Y no se equivocó.


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