Volviendo al problema de la contención, ya no estoy tan segura. Aunque a veces flote, o incluso hasta vuele, estoy segura de que vivo en estado sólido. No quiero que nadie sea para mí una mera copa, como diría Pessoa. Me gusta saber que elijo (igual que tomo) por placer y no por necesidad.
¿Cómo voy a necesitar que me contengan? En todo caso, no entiendo ni quiero vivir una existencia contenida. Creo que detrás de una apariencia controlada, casi siempre hay vacío. Es cierto que a veces me arrepiento de mi desmesura. Pero, quién sabe qué hubiera sido de mí si no fuera, por caso, tan desmedida para el amor. Y eso, my friends, a mi manera, hace que lo demás tenga sentido. Aunque más no sea, del humor.
Otra ronda para mis amigos, y ojalá que ésta sea una que sepamos todos:
- c'est quelque chose de trop oublié, dit le renard. c'est ce qui fait qu'un jour est différent des autres jours, une heure, des autres heures...
(Le Petit Prince, Antoine de Saint-Exupéry)
Ayer fui al cementerio. Nunca lo hago. No necesito una placa para recordarlo, si no hay un sólo minuto en que lo olvide. Pero los ritos son necesarios. Ayer me hizo bien darme un tiempo para ir a ese lugar donde llorar a gusto mi dolor cotidiano.
Papá está enterrado en uno de esos cementerios en los que las lápidas apenas se distinguen entre las flores de un jardín que bien podría haber sido el campo de golf de un barrio privado. Creí que llegaría de memoria y no quise pasar por la administración para consultar. Sentí que si decía su nombre me quebraría sin consuelo.
Así que caminé errante por senderos con nombres tan pasteurizados como "los tilos", "los cedros" y "los ceibos". En la plaza "de la misericordia" entendí que estaba perdida y rompí a llorar.
Llamé a mamá. No podía hablar. Lo primero que me salió fue como un espasmo. Me preguntó qué me pasaba. Mi respuesta fue tan surrealista como inapelable: "No encuentro a mi papá".
Mientras me daba indicaciones por teléfono, apareció un hombre en uno de esos carritos blancos tan comunes en los links. Me llevó hasta donde no estaba tan segura de querer ir, para que dejara la flor y me animara a hablarle en voz alta.
En cuanto lo ví supe que si hubiera sido una película (dice Bioy que las mujeres "cuentan su vida como si fuera un escenario donde a cada rato hacen entradas triunfales, ante la ovación del público") su papel podría haber sido interpretado por Morgan Freeman. Una especie de ángel vestido con traje de trabajador, la frente húmeda y pocas palabras. Corrió el pasto seco del mármol para que los dos leyéramos su nombre, para que viéramos la fecha. Y después se alejó, sin decir más, en el carrito.
Siempre pienso que las fechas importantes no son, digamos, tan importantes. Pero después llega ese día de las dos semanas antes en que empezás a hacer la cuenta regresiva. Cuánto falta, cuánto hace que pasó. Cuándo se cumplen dos años. Cuánto lleva tu dolor.
Esta mañana le pregunté (casi le imploré) a alguien si me tenía cariño -Dios mío, cuándo fue la última vez que Mirinda hizo algo así, por favorrrrr!!!
Basta decir que no siempre el que calla otorga. No voy a agregar que no dolió, ni que no me desconcierte una vez más. Pero más cierto es que tampoco necesito de un cariño retaceado. Para qué, si el hombre que yo amo es grande y fuerte, y hago lo mejor que puedo para que se quede. Para qué si él sí sabe besar mi cicatriz y ya sé que eso no tiene nada de malo. Ya sé que ése es el amor que quiero: uno de domingos por la tarde, uno de sembrar y compartir. No tiene nada de malo que yo sí quiera.
* * *
Lo que son las casualidades: esta tarde, un amigo, así, como al pasar, me dijo que me tenía cariño, e involuntariamente me dio la respuesta que había esperado en vano a la mañana. Lo dijo en el sentido que tenía antes. O sea, cuando las cosas eran lo que uno decía y no lo que imaginaba mientras callaba, o lo que imaginaba que imaginaría el otro, o lo que quería evitar imaginar.
O sea que simplemente le estaba rogando a la persona inoportuna. Porque el cariño no se pide. Y porque -good news!- me sobra amor del bueno, cariño no me falta, y, además, hace tiempo que aprendí a contenerme sola. Sólo es cuestión de práctica...
Lo que pasa es que nunca me queda tiempo para practicar.
Yo digo, no, ésto del crimen de los sicarios no será una mise-en-scène para favorecer al lobby contra la despenalización? Para mí -ojo, para mí- nos venden una de mafiosos y narcos en el conurbano porque nos la quieren seguir vendiendo. A lo mejor, no sé, me parece. O quizá sea un extraordinario mensaje subliminal de un restaurante afrodisíaco.
No quiero pecar de suspicaz, pero el dueño del barco se llamaba Juan Sebastián, como la Brujita. Y, se sabe: que las hay, las hay...
Menos mal que el espejo tardó en contestarme y, por las dudas, me cambié. Sino me hubiera puesto el mismo vestido que la drag que hacía de bailarina de la banda de cumbia pop. Menos mal, o ni el Barón B para deshinibirme. Porque es cierto que el vestido es divinooo, pero no está tan bueno si a ¿ella? le queda mejor que a vos.
Así que por esta vez hubo Mirinda de azul (Miranda! también, pero de animal print). Con brillitos y antifaz al tono, colada en gira carnavalezca por el Faena. Ahí donde siempre es de noche, como yo.
Como ya que estábamos recorrimos las habitaciones -tan teatrales-, por poco terminamos durmiendo en la de la pareja más cachonda del espectáculo (cachudos, puede ser, pero quién les quita lo cachondos, no?). En cambio, fuimos a dar a una fiesta cuya anfitriona personificaba una versión humana de caniche toy. Me felicité por haber comprado tantas revistas Gente este verano: fue una guía -aún después del segundo mojito- para reconocer a los invitados, djs, vjs y demás stars nostálgicas del Este...
Y como una amiga de una amiga es amiga de Feizbuc de Charly Alberti, me presenté sin más, entre copas. Me animó que mi chico, también entre copas, dijera que la novia era fea. Je. Porque una chica siempre se anima con esas cosas.
Cuando bajo la lluvia torrencial cruzábamos el puente para dejar atrás esa isla de torres escenográficas y personajes de comic que es Puerto Madero, se me ocurrió que estábamos cruzando una frontera. No la de un país, sino la de una dimensión en la que lo desconocido es (nada menos que) la realidad.
Me pregunto si lo de Linda Peretz no será una estrategia. Lo de seguir casada con Rotemberg, para que tenga sentido que su obra siga en cartel. Después de todo, quién podría ser feliz en su lugar. Debe haber pocos casados felices (son muchos más los felizmente casados). Sin contar lo difícil que debe ser llamarse Linda con esa carita pal feizbuc. Ahora, lo que es el marido, no será lindo, pero sí que tiene lana, güey. Yo no sé si el dinero hace a la felicidad. Pero se ve que Linda tampoco.
Depression chic. Esa es la tendencia para la próxima primavera europea, inspirada en los diseños de los años treinta. Es que la industria de la moda quiso trazar un paralelismo entre la Gran Depresión de 1929 y la actual crisis financiera, dice la Vogue. Para lelismos, nada mejor que la moda, diría Raúl Portal. En cuanto a mí, además de chic, una vez más me siento en la vanguardia. Y la vanguardia no es una silla tan incómoda.
Capaz es porque estoy leyendo un libro sobre suicidas. Capaz es por el pastillón con el que intento combatir una inoportuna contractura que ya lleva varios días. O capaz que no. Capaz es lo de siempre. Apenas el chi bajito. Muy bajitoooooo...
La hija de Gastón Pauls no se va a llamar Almendra. Un gesto piadoso considerando que, after all, el apellido de la madre -para mí siempre será la "chancle oscurita"- vendría a ser Cereza. Almendra Cherri, es nombre de producto premium, como para leer en la góndola del súper. El de Arana y Susini, que ya bautizaron India a su primogénita, podría llamarse...¡Tabaré! Parece que la que les sugirió llamarlo así fue -nada menos- que China Zorrilla, "una especie de gurú" (sic) de esta extraña pareja a la hora de elegir cómo llamar a sus hijos... ¿¿Gurú?? Por favorrr, si era por darle aires orientales, le hubieran puesto Uruguay (o ¿qué tal "Botnia"?) y listo, si total, ahora el registro civil acepta cualquier nombre. Basta con saber el que eligió Cyrulnik, que le va a poner "Calder", en honor al artista que admira mucho su novio. Ella dice que le quería poner uno más común, pero como Lucas era taaan fanático de ese pintor, cedió. Ahora, Calder era el apellido; así que, o son muy jodidos, o muy nabos...porque también podrían haber elegido Alexander, Alex, Alejandro... También podrían haberse comprado un cuadro, o un perro, o un hamster. Podrían haber plantado un árbol, podrían haber escrito un libro. Bueno, eso no sé. Igual, peor está Carla Conte, que dice que su bebe "no se va a llamar Indígena, Indianápolis, Morocho, ni Moctezuma". Pero el apellido del marido es Brutto. O sea, la naturaleza conspira. Una tipa sensata, condicionada por un imponderable. Porque no hay nada que hacer. Aunque le ponga Juan Brutto, nadie podrá evitar que se convierta en blanco de las rimas burlezcas de sus compañeros de colegio. Salvo, claro, que curse con Calder.
Lo que me traje de Punta del Diablo: 1. Un hijo de cinco años fanático de La Vela Puerca (ojo, al pibe ya lo tenía, lo nuevo es su fascinación por el rock charrúa) 2. Un moretón considerable en la pierna izquierda (mi pie-rna izquierda), herida de sandboard. 3. Una advertencia del bañero, después de una desigual lucha contra una tabla de surf: "No vuelvas a entrar con eso al mar, porque es evidente que no lo dominás" (ouch!). 4. Las tres últimas Gente, llenas de ideas simpáticas para comentar en el block. Y qué? En verano, y en la peluquería, no tiene nada de malo...Y, además, seguro que sino no me enteraba que a pasitos nomás se cocinaba lo que para las revistas ya es "el romance más insólito" de la temporada -y, me atrevería a decir, de la década-, entre Mónica Gonzaga y Rosendo Fraga. 5. Caracoles, varias decenas, que fueron primorosamente amontonados por mi niño en mi mesita de luz ni bien llegamos, porque eran para mí. 6. Fotos felices de mi feliz familia ensamblada. 7. El recuerdo del primer verano endiabladamente tranquilo en mucho, pero mucho tiempo. 8. Arena en la alfombra del auto, en la cartera, en los zapatos. 9. Cinco tandas de ropa para lavar, en modo "muy difícil". 10. La certeza de que (como decía el suicida de "El Odio" mientras caía al vacío) "hasta acá vamos bien". Pero de verdad muy bien. Aunque ni yo pueda creerlo. Aunque me asuste, que es lo que nunca te dicen de la felicidad.
Denoche se pronuncia Denosh, como Juliette. Mirinda, como suena. A veces la gente se equivoca y me dice Miranda(!), como Carmen. A veces sólo se equivoca. Yo también, a veces. Como cuando era chica y explicaba: "Mirinda con "i", como la gaseosa". Para qué...