Esta mañana le pregunté (casi le imploré) a alguien si me tenía cariño -Dios mío, cuándo fue la última vez que Mirinda hizo algo así, por favorrrrr!!!
Basta decir que no siempre el que calla otorga. No voy a agregar que no dolió, ni que no me desconcierte una vez más. Pero más cierto es que tampoco necesito de un cariño retaceado. Para qué, si el hombre que yo amo es grande y fuerte, y hago lo mejor que puedo para que se quede. Para qué si él sí sabe besar mi cicatriz y ya sé que eso no tiene nada de malo. Ya sé que ése es el amor que quiero: uno de domingos por la tarde, uno de sembrar y compartir. No tiene nada de malo que yo sí quiera.
* * *
Lo que son las casualidades: esta tarde, un amigo, así, como al pasar, me dijo que me tenía cariño, e involuntariamente me dio la respuesta que había esperado en vano a la mañana. Lo dijo en el sentido que tenía antes. O sea, cuando las cosas eran lo que uno decía y no lo que imaginaba mientras callaba, o lo que imaginaba que imaginaría el otro, o lo que quería evitar imaginar.
O sea que simplemente le estaba rogando a la persona inoportuna. Porque el cariño no se pide. Y porque -good news!- me sobra amor del bueno, cariño no me falta, y, además, hace tiempo que aprendí a contenerme sola. Sólo es cuestión de práctica...
Lo que pasa es que nunca me queda tiempo para practicar.
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