En la vereda, en la esquina de Maure y Soldado de la Independencia, hay una silla y una mesa de jardín. En la silla está sentada una mujer de unos 50 años con uno de esos cortes de pelo ingrávidos que suelen llevar las señoras después de cierta edad. En la mesa puso un mantel de un material que parece hule. Arriba, en el centro, hay una olla Essen. A un costado, un cartelito escrito a mano que dice: se aceptan tarjetas de crédito.
Imagino que llegó volando en su silla con todo el set desde otra década y eligió un lugar de la ciudad que aún puede reconocer para instalarse.
O que ella misma es una instalación artística inspirada en la cultura retro. Como tal, quizá sea algo desacertada. A ver, yo me acuerdo de las reuniones en las que las señoras vendían ollas Essen, pero también que eso se hacía en las casas, igual que con los tuppers. Mi mamá una vez se ganó un pelanaranjas precioso en una que organizó la vecina del tercero. Y recuerdo los puestos callejeros donde ofrecían planes de medicina y televisión por cable. Pero lo de las Essen en la calle, la verdat, no.
Quizá encuentre algún nostálgico que le compre alguna. Puede ser una escena interesante. Puede que me instale yo también en esa esquina, sólo para mirar. Aunque a lo mejor hasta me compro una. Después de todo, acepta tarjeta y, además, las ollas Essen son buenísimas.