Ayer fuimos a ver Gorda al teatro. En clave de comedia, hace que resulte creible que un tipo "exitoso" y canchero pueda enamorarse de una mujer con muchos (realmente muchos) kilos de más. Es raro -como jodido- que también resulte tan entendible que sus amigos lo juzguen por eso y le digan las cosas espantosas que en privado nos decimos a diario.
Incorrecta, la obra transita en la cornisa hasta el abismo de un desenlance amargo como un salto al infinito. La equilibrista es ella, Helena-Mireia, la gorda, el personaje, la actriz gorda que hace de gorda, la que con los ovarios más grandes que el traste se para en ropa interior sobre una cama redonda frente a una sala llena y muestra esas piernas enormes con celulitis hasta los tobillos. Ella que ríe con una risa gigantesca como sus tetas cuando él le dice "huesitos grandes", "amo cada uno de tus rollos". La que acepta cuando, vencido, le dice que no va a poder.
Y es más triste porque no se le cae ni una lágrima. Es más triste porque, como dice la canción, las chicas grandes no lloran.
Denoche se pronuncia Denosh, como Juliette. Mirinda, como suena. A veces la gente se equivoca y me dice Miranda(!), como Carmen. A veces sólo se equivoca. Yo también, a veces. Como cuando era chica y explicaba: "Mirinda con "i", como la gaseosa". Para qué...
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