miércoles, 10 de septiembre de 2008

Deducción

Igual, si hay una máquina de Dios, si la máquina le pertenece, entonces, amigos, se ha resuelto -de antemano- el mayor interrogante desde la creación: Dios existe. Ergo es el dueño de la máquina.
O Dios no existe. Ergo, la máquina no es de nadie y toda la argumentación es falaz.

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