Ah, y lo nuevo: mi niño tiene un amigo isleño. Los miro y pienso que son como Tom Sawyer y Huck Finn los dos (y que mi niño es Tom, claro). Cuando le leo las historias de Mark Twain tengo que detenerme todo el tiempo para explicarle en contexto (para tratar de explicarnos) los comentarios racistas del tipo "el negro Jim es muy listo para ser negro" y tal. Pero eso no quita nunca el carácter insustituible de estas aventuras que al fin (Finn) y al cabo son las que todo niño de la edad de mi hijo -que, gosh!, ya tiene seis- debería tener derecho a soñar: viajes en balsa por ríos correntosos y encuentros con piratas, cuentos de embusteros y filibusteros vencidos con la ley del mayor ezfuerzo y botines por los que vale la pena arriesgar todo hasta el pezcuezo. Aunque nunca tanto como lo valen los amigos.
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