domingo, 18 de octubre de 2009

Mother's Day

Ahora parece que mi abuela también tuvo varios candidatos después de enviudar, pero mis tías no aceptaron que volviera a casarse. Me lo cuenta mi hermana, por teléfono. "Hasta tuvo uno millonario, pero se los espantaron a todos y al final se quedó sola." La anécdota no tarda en dar con la moraleja: "No vas a hacer lo mismo que ellas, no?". Y no, claro que no. Le digo que no. Que yo también quiero que la vieja sea felíz. Lo que no quiero es saberlo, ja.
"La intimidad de los padres debe ser... de los padres", le dije ayer a mi cuñada, que desearía que su mamá también tuviera un novio. "Es muy dura la soledad, ella me cuenta. Están los hijos, los nietos, pero eso no alcanza: a todos nos gusta tener un compañero", me dijo. "Mamá ya tuvo uno", refunfuñé.
Pienso en las grandes historias de amor de todos los tiempos: qué sería de ellas si todas las heroínas sucumbieran a la necesidad -tan humana, pero tan trivial- de "tener un compañero". Cuando Harry murió, Sally conoció a su nuevo novio. Scarlett tardó quince minutos en olvidar a Rhett Buttler. Oliver Barrett se casó con una chica rica al año de enterrar a Cavalleri.
No señores. El amor grande está hecho de hombres y mujeres solos que pasan la vida esperando o añorando; de la reciprocidad de un momento, frente a la angustia de una vida.
Yo quiero un amor así, uno de "morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres". O nada. Que pasen de mí los compañeros. Yo me acompaño solita. O me compro un perro.
No le pude contestar a mi cuñada por qué preferiría no saber tanto de la vida de mamá (tanto, algo, que tiene novio, eso). Pero quizá eso explica también su necesidad de un compañero. Todos necesitamos saber que alguien se preocupa por nosotros de verdad. Todos queremos tener quien nos dé las buenas noches antes de dormir, quien se interese por lo que tenemos para contar... ¡una madre, ja! Como la mía. Mi compañera desde hace 32 años; con sus historias y sus histerias, sus días de víctima y lágrima ríos; su capacidad para reirse de ella misma y hasta bancarse que nos riéramos de ella; sus días y sus noches cuidando a papá, mucho antes de que estuviera enfermo, cuidándolo nomás; su incondicionalidad... Su presencia, hoy, en casa, conmigo, haciéndose la concentrada mientras jugamos los tres a La Pista del Crimen, cocinando "algo para la noche" mientras yo me siento y escribo un rato para que no tengamos que hablar tanto. Me dió culpa: flor de hija se echó. Está lindo para tomar un gin tonic. Le voy a ir a ofrecer uno. Para romper el hielo...


viernes, 16 de octubre de 2009

Vacaciones con Gregory Peck


Mi papá se parecía a Gregory Peck. El otro día ví por primera vez Roman Holiday y me dí cuenta. Qué buenmozos eran ambos. Y qué gran película romántica. ¡Qué gran final de película!
La princesa que quería vivir fue la primera película que protagonizó Audrey Hepburn y la que dejó aquella eterna postal de su gracia sobre un motorino. La que impuso su belleza de cintura mínima y mirada lúcida.
La verdad es que me gustaría volver a Roma poniéndole menos presión a la cosa. La última vez que estuve ahí me forcé a pensar que podía ser una ciudad para quedarme. Es muy raro juzgar a los lugares desde esa mirada. Uno no puede sentir de la misma manera las calles a las que probablemente tenga que volver, igual que no puede hacerlo frente a quien quizá tenga que ver al día siguiente. Quiero decir, las relaciones con las ciudades se parecen a las que entablamos con las personas. Las amamos, las detestamos, nos son indiferentes, nos gusta volver a verlas de vez en cuando. La vida. Tengo ganas de volver a ver a Roma, y a Mar del Plata. Quiero conocer un poco más a Londres. Todo el tiempo me dan ganas de estar en Nueva York. Me gusta Buenos Aires. Alguna vez quisiera volver a ver a Hong Kong de noche, iluminada. Todavía no sé si quiero reencontrarme con Cañás. Con Comodoro me pasa igual. No tengo planeado pasear por Bahía Blanca. Muero por conocer a Puebla, a Cartagena.
Y digo todo esto porque viajar es también permitirse ser otro por unos días. Como Audrey, como la princesa Ann. Eso lo leí en un libro sobre la China que saqué de la biblioteca del diario antes de ir a Hong Kong. El autor era un tal Ovejero. Y decía -qué flash-, no lo de Audrey, sino lo de viajar. Y es así. Los viajes te permiten correrte de tu rutina por unos días. Jugar desde otro lugar. De visitante, ja. Da adrenalina jugar de visitante, reconocer la cancha ajena.
Audrey ganó un Oscar por su papel en Roman Holiday. Dicen que para la famosa escena de la Bocca della Verità, Gregory Peck (papá, je) improvisó. No estaba en el guión que fingiera que le mordía la mano y por eso la reacción de ella es tan genuina. Dicen que él decidió esa misma tarde que el nombre de Audrey Hepburn tenía que figurar como el de él, antes de los títulos. Y no se equivocó.


lunes, 5 de octubre de 2009

Caramelito amargo

Este es mi hard candy del día (de la semana, del mes... ¿del año?): mi mamá tiene novio. Está "bien", dice, "contenta", le dió mucho miedo reencontrarlo después de tantos años. Tuvieron una relación mucho antes de que ella conociera a mi viejo. Lo dejó cuando vino a vivir a Buenos Aires. Dice que hace unos meses él se enteró que ella había enviudado y la llamó por teléfono. Al principio, ella no lo quería ver "porque tenía miedo de que con eso se perdiera el romance", dice. ¡Tiene un romance! Cuando se encontraron, en un restaurante de Belgrano, él la reconoció en seguida. Aunque tuviera el pelo corto, aunque ya no llevara flequillo, detrás de las arrugas y los kilos de más. La semana pasada volvieron a verse en su campo, pero ella me dijo que se iba a San Pedro con una amiga. Y no quiere mentirme. Ya se sabe como son estas cosas, a ver si pasa algo y yo me quedo con la espina, sin entender qué hacía ella ahí con ese hombre. (La verdat es que mi mamá siempre se preocupa "por si pasa algo". Dice que siempre tengo que tener un camisón nuevo, "por si pasa algo". Que use bombachas lindas y decentes, "por si pasa algo".)

Dios, ella está contenta. Mi viejo se vuelve a morir, se muere un poco más, pero ella está contenta. A mí me alegra verla bien, que esté ilusionada, a su edad. Justo hoy en la revista, estaba buscando casos de historias de amor en la vejez. Cosa 'e mandinga. Cada vez creo menos en las casualidadades.

A mi hijo la muerte de Mercedes Sosa le recordó a papá. A mí, todas las muertes. Todas las vidas. Cada vez que sale un libro nuevo, cada vez que encuentran una cura para el cáncer o que alguien se enamora, me duele que no sea para él: el libro, la cura, el amor.

Yo siempre creí que había sacado el sex appeal de papá, pero debo haber estado equivocada. Hay que ver que mi vieja, sin ser rica, ni joven, ni hermosa, logró enamorar a un señor, otra vez.

Por la tele anuncian que murió Betty Flores, la mujer del actor Alberto Anchart. Pasan imágenes de su casamiento, unos meses atrás, después de 48 años juntos. Ella tenía 67; él 77. Mamá tiene 64, como Paul.


viernes, 2 de octubre de 2009

Labios de churrasco

Estaba cambiando de canal y me encontré con Casino. Me gusta esa película, y más porque me gustaba verla con mi viejo, y cuando la veo vuelvo a ser esa chica segura que se sentaba a ver películas con su papá. Segura porque sabía que alguien me estaba cuidando, siempre, no importa si me portaba bien o mal, estaba ahí.

En fin, no es eso. Quería hablar de otra cosa. ¡Qué linda mina que era Sharon Stone, carajo! En los 90 todas las minas eran más lindas. O al menos se empezaban a arruinar más tarde. Ahora la más diosa no duda en llenarse la boca de colágeno hasta tener unos buenos labios de churrasco; estirarse un poco el párpado para dar más gata; rellenarse los pómulos, porque se usa anguloso.

Ayer estaba viendo unas fotos para la revista de supermodelos de esa época. ¡Dios! Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Cindy Crawford, Linda Evangelista, Christy Turlington, Herzigova, Helena Christensen. Tremendo. Debe haber sido un hecho inédito en la historia de la humanidad, que se diera esa mezcla genética que produjo que en la misma década convivieran bellezas tan perfectas. Tan personales. Y tan seguras, no? A lo mejor es que después de todo estaba hablando desde el principio de lo mismo.