miércoles, 29 de abril de 2009

Mantra

Cerrada la votación. El 64% por el , aunque el 7% aclara que preferiría que lo hicera en secreto. El 7% cuestiona la decisión (¿Para qué?), mientras que el 28% restante se inclina por el No. De modo que ya tengo otra razón para casarme. Okey, sí, acepto. Lo voy decir así. Con el "Okey" adelante. Me parece original. Irreverente. Jeje, qué adjetivo más simpático. Bordeando lo que, después de cierta edad, se parece a pelotudo. En fin, lo que parece es que me caso. Si no me matan el chancho ni el mosquito. Esta vez no tiene por qué fallar. No tiene por qué fallar. No tiene por qué...

Fase 5

Acabo de entrar en pánico.

martes, 28 de abril de 2009

La gripe feroz y los 3 chanchitos

Como dije, me gusta la cocina. Como lugar, como acción. Hay una parte de instinto, otra de costumbre, otra _no menos importante_ de aprendizaje. Se parece un poco al sexo, es cierto, y ya sé que no soy la primera en asociarlo. "La comida es la madre", dice mi terapeuta, sin ser necesariamente freudiano.

Pero es cierto que en casa cocinar siempre fue un rito compartido en familia. Mi padre era un cocinero creativo (Dios, no había nada que ese hombre no hiciera bien!), que compraba especias en El Gato Negro con la misma pasión con que elegía un buen libro.

Todo esto para contar que tengo en el horno un pechito de cerdo bien adobado, con papas rústicas (no tenía quién me las pelara; como dice Julian Barnes: "Los que valen, cocinan; los que no, friegan"). Cociné pechito porque después de todo soy una mujer comprometida _en todos los sentidos, pero, sobretodo, con la causa, je_. Y con esto quiero dejar en claro que hay que bancar al chancho, loco. Y contagiar con el ejemplo, no como quien contagia una gripe, sino más bien como quien contagia una influenza.

En fin, esto de la fiebre porcina se pone heavy. La palabra pandemia me da un poco pandora, como de una caja que se destapa. Me da... miedo. Dentro de unas horas llegará el cierre de una votación crucial para mi futuro, para mi compromiso. Hasta ahora es 50 y 50, pero quizá la balanza se incline hacia algún lado. Quién puede saberlo. Lo único cierto es que no podremos casarnos vía México.

domingo, 26 de abril de 2009

Margaritas a los chanchos

Ahora parece que lo que nos va a matar son los chanchos. Cansados de tanto azote y tanto bravucón con aires de San Martín (que a cada porcino le llega el suyo), decidieron chillar de una vez por todas. No será una fabula orwelliana, pero tampoco queda tan lejos esta granja donde los primeros en rebelarse fueron los pollos, con sus cerebros pequeñitos y todo.
Porque durante algunos años no hubo nada más amenazador que la gripe aviar. Las potencias del mundo destinaron millones de dólares a los planes de contingencia para frenar la pandemia que, según se pronosticaba entonces, podía terminar con el 30% de la población mundial. Hasta la Argentina tuvo su programa y hubo psicosis cuando se supo que las farmacias porteñas no contaban con el antiviral Tamiflu, usado para tratar los síntomas de la enfermedad.

En fin. Y ahora nos vienen con esto de los puerquitos. Lo que pasa es que al pollo lo disfrazás de ave y por lo menos queda un poco más poético. Con el chancho no hay nada que hacer. No hay nada menos glamoroso que terminar nuestros días a manos de los chanchos. Puede que algo tenga que ver aquello de que "lo que no mata, engorda". Aunque me inclino más por la otra teoría que dice que "la culpa no es del chancho, sino del que le da de comer".



domingo, 19 de abril de 2009

El Rey de Montoya, Bikini y José Ignacio

Estaba viendo como Montoya, otrora fuerte caballero del ala kirchnerista -por no decir otro perejil afecto a hacerse el maula- llorisquea y se queja por TV. No quiero ser dura, pero me hace pensar que es todavía más bajo un arrepentido de última hora que uno que nunca lo hace.
Busco en la red el reportaje que le hizo Fontevecchia en Perfil a Guillermo O'Donnell para postearlo. Pero entonces no puedo resistir la tentación de entrar a Caras para chusmear sobre la separación de Tinelli. En una parte hacen un flashback de la separación de su primera mujer. Me causa gracia cómo dice: "[...]En esa época, Tinelli gozaba de una gran amistad con (una de las) bailarinas de “Ritmo...”, Paula Robles, que por entonces tenía 26 años, ocho menos que él." Juaaaaaa! "gozaba de una gran amistad", escriben para dar a entender que se enfiestaba con las T-nellys...
En fin, volviendo a O'Donnell, porque hoy cociné mmmmm Pollito de la India, con salsa de coco y masala y cous-cous al curry hidratado en azahar (epaaaaaaa!!!). Va una de las mejores frases escogida como, je, al azahar: "El rey mueve piezas, por ejemplo, a la reina, pieza importantísima. Pero, finalmente, la función de la reina es proteger al rey, incluso si para ello es necesario que ella misma caiga". Nada que ver con Tinelli, ni con mis dotes para la cocina - a los que, es cierto, tan poco he mencionado hasta ahora en este block y creo que proximamente estaré comentando -.

lunes, 13 de abril de 2009

Qué locro, no?

Hablando de argentinidad: enfrente de mi casa abrieron uno de usos restaurantes que a la tarde sirven mate con bizcochitos. Tiene mesas rojas, sillas de paja y manteles de papel donde grandes y chicos se animan a dibujar tentados por las canastitas con crayones. Se pone “así” de gente, al contrario de lo que ocurría con el local anterior, con sillones de cuero, paredes enchapadas en madera y aspiraciones de nouvel cuisine, del que sólo prevalece un gigantesco espejo cuyo marco sucumbió bajo una capa de pintura roja.

A mi me gusta que se haya transformado en un bolichito regional y está claro que a los vecinos también. Es cierto, a mí porque tengo un hijo con quien se me hace más fácil disfrutar de una comida si hay crayones. Y porque además es barato. Parte del maquillaje de la crisis consiste en poner de moda, o al menos en no cuestionar, salidas y costumbres que no requieren desembolsar demasiado.

Ahora, lo que me hace ruido, es que todos los mozos son colombianos. Los tipos te sirven asado y pastel de papas como si fueran arepas, pero eso tiene sus riesgos: hoy me trajeron una porción de entraña…con limón. También descubrí que la mayoría de los platos viene sobre una especie de colchón de lechugas, croutons y queso rayado finito, como de paquete, todo sin condimentar.

Es la tercera vez que voy en poco más de una semana, y en cada una me he prometido no volver. El servicio es lento, la cocina es mediocre, los platos llegan fríos. Y sin embargo sé que pronto estaré ahí otra vez. Improvisando críticas en el mantelito de papel, pero ahí otra vez.
El verdadero plato fuerte: hoy, en la mesa de al lado se sentó Cecilia Bolocco. En una de más allá, sus custodios. Ahora pienso que puede ser que la dueña sea ella, porque el café lo tomó de dorapa en la barra, estuvo hablando largo rato con un señor de otra mesa y se mostró muy amable con todos los comensales, hasta alzó su vaso -porque en los lugares como este no se usan copas- para brindar con un viejo que estaba en otra mesa. Me estiré para ver que había comido. En su lugar había una de esas cazuelitas en las que se sirve locro. Con lechuguitas y limón. Al final, la chilena no fingía cuando se envolvía en la bandera cual Evita menemista: ama a nuestro país, le gusta el locro en colchón de hojas verdes, la entrañita con limón...capaz que hasta pasa una tarde y se ceba unos buenos verdolagas, o hace topless junto al horno de barro.

Y bue, mi barrio da para todo. Lo que más me preocupa, con tanto colombiano y ex Miss Universo dando vueltas, y encima con ese horno funcionando todo el día, es que una de estas noches nos tengamos que morfar un fiambre… Ojo, que visto de este modo cobra un cariz bastante sospechoso todo este asunto del limón.

miércoles, 8 de abril de 2009

La argentinidad, al palo

Pensaba que tenía que sentarme a escribir algo sobre el que fue para mí el gran tema de la semana. Ya sé que es probable que estén pensando en lo extraño de la coincidencia de que Alfonsín se haya muerto una semana antes de las Pascuas. El hombre cuya campaña por la presidencia fue el primer gran producto del marketing político en la Argentina, el hombre que pronunció la frase más citada por las familias del país para estas fechas, se convierte en la cara oficial de nuestro huevo de chocolate nacional...

Y está bien, ojo, esta bien. Pero no, el tema de la semana, para mí, son los huevos. No sólo los Kinder, sino "los huevos de huevito", como dice mi hijo. En charla intergeneracional de mujeres una de mis amigas habla del tamaño de las pelotas de los viejos. Dice que les llegan a la rodilla, que se las patean, que su padre le confió que detestaba mirarse al espejo porque no quería tener que ver hasta dónde se le habían caído las bolas. Después despliega su teoría sobre la altura a la que los tipos llevan los pantalones: dice que lo que vuelve menos atractivos a los que se los suben bien por encima de la panza es, precisamente, que los hace ver pelotudos, y, por ende, más viejos.

Lo que me recordó la discusión que tuve con mi amigo. Le dije que "las bolas tristes" y "las pelotas de plomo" (dos de los insultos preferidos de papá) hablan de un hecho incontrastable: las alusiones a las pelotas (huevón, boludo y pelotudo, en orden ascendente) no pueden ser algo positivo en un mundo que se rige por el tamaño -que sí, a cada quién según su necesidad y de cada quién según su capacidad, nos importa a todas-. Es evidente que, a mayor el tamaño de las bolas, más pequeño se verá el pene. De hecho, cuando los usos dictaminan que la connotación de la expresión "tener cojones" sí es positiva (o lo contrario de Cobos, ya que hablamos de radicales libres) parece atribuírsele mucho más al género femenino, que no casualmente carece de aquello que se mide.

Cierre de la charla de mujeres por la mayor del grupo: dice que el marido de la prima de alguien tiene 81 años y "está impecable, espléndido, como si tuviera 20 años menos". Considera notable que este señor siempre haya usado pantalones de tiro bajo.

Ahora pienso que tiene sentido que les crezcan las pelotas. A los hombres, digo. La mayoría nace con los huevos más grandes que el pito. Se les van desinflando entre la niñez y la pubertad. A los 20 son puro pito, por más pitito que sean. Muchos no llegan a tener pelotas en toda su vida adulta. Es lógico que les crezcan cuando llegan a viejos: hay que tener muchos huevos tanto para nacer como para acercarse a la muerte.



Videos tu.tv


Y de yapa, porque estoy desvelada, y porque son las cinco am y todavía espero una llamada, va este link con un texto que escribió hace un par de años Mario Wainfeld para Página 12 a propósito del vigésimo aniversario de la Pascua alfonsinista:
http://www.pagina12.com.ar/diario/especiales/subnotas/83656-26897-2007-04-19.html